sábado, 6 de julio de 2013

Jack el Destripador como asesino insigne

LA ARISTOCRACIA Y JACK THE RIPPER EN LIBROS Y PELICULAS


Inspector Frederick Abberline:
el policía convertido en icono por el cine


Michael Caine y Jane Seymour:
brillantes actuaciones

Dr. William Withey Gull:
insigne médico en el rol del asesino



La saga de Jack el Destripador experimentó un fuerte apogeo mediático al cumplirse los cien años de perpetrados aquellos infames crímenes victorianos.

Un papel importante en esta explosión le correspondió a una miniserie británica de 1988, dividida en dos episodios, y sencillamente rotulada "Jack the Ripper". La misma tuvo por protagonistas fundamentales al eximio actor Michael Caine fungiendo en el papel de Inspector Frederick Abberline, y a su contraparte femenina Jane Seymour, interpretando a una ficticia reportera y caricaturista del periódico Star.

La trama televisiva -que reitera la desarrollada en otras películas, y proviene de libros publicados en años anteriores- se caracteriza por imputar la identidad del homicida secuencial a un aristócrata; en este caso, al médico imperial Sir. William Withey Gull. Pero el aristócrata criminal no actúa sólo, sino que para concretar con éxito su vesánica faena contará con el auxilio de un cochero cómplice llamado John Charles Netley, según se nos cuenta en este guión debido al esfuerzo mancomunado de David Wickes (quien también opera de director) y de Derek Marlowe.

Frederick George Abberline configura en esta obra el policía icónico. Será el adalid del bien y deberá luchar contra la corrupción política que, al cabo, le impedirá castigar debidamente al culpable. Y ello, pues la salida a luz de la identidad del matador de prostitutas conformaría una tragedia para el gobierno y la monarquía de Gran Bretaña. Al menos así se pretende en esta versión, donde el victimario resulta un insigne galeno de la Casa Real inglesa.

La idea no es novedosa, y en la miniserie se evita culpar a otro gran nominado de sangre imperial: el príncipe Albert Víctor. Tampoco se hace caudal aquí de la teoría de la conspiración monárquico masónica. Ello a pesar de que dicha conjetura resulta la base del primordial texto que puso en el candelero como responsable de los crímenes de Jack the Ripper a la aristocracia y a los círculos de poder británicos.

En esta miniserie no se plantea propiamente dicha la alternativa de que la monarquía (y menos aún los masones, quienes ni siquiera son mencionados) fuera la responsable de los homicidios contra pobres mujeres. El propósito es más modesto, pues el dedo acusador sólo apunta a la aristocracia, o mejor dicho a un distinguido miembro de aquella, el cual además disfruta del atenuante de padecer una enfermedad mental que lo torna inimputable. Por lo tanto, la finalidad consiste claramente en entretener, pero no en buscarse problemas con el poder. Ni los productores ni el director quieren irritar a nadie.

No sucedió así con la obra literaria original que propulsó la teoría de la conjura monárquico masónica, y que había visto la luz pública tiempo atrás. Nos referimos a "Jack the Ripper. The final solution" escrita por el periodista y escritor británico Stephen Knigth en el año 1976.

Y es que el despliegue policial, periodístico y social llevado a cabo para lograr la captura del criminal que desde el año 1888 conmocionó a toda Inglaterra con sus atrocidades, y su consiguiente fracaso inapelable, hizo casi inevitable que se avivasen en la Gran Albión el recelo y la suspicacia. Aunque luego de noviembre de aquel año ya no podrían ser adjudicados más homicidios a la facturación del mutilador de mujeres, el resquemor y el miedo se habían instalado en la población, y tardarían muchos años en desvanecerse.

Ese estado de alma constituía terreno fértil para que se sospechase de la policía y de los poderes que desde el gobierno monárquico de Inglaterra podrían haber impedido la eficaz actuación de los investigadores. Solo una extendida conjura de muy alto nivel era apta para explicar cómo aquel feroz delincuente, del cual se suponía había llegado al colmo de burlarse de sus perseguidores en cientos de cartas, se mantuviera impune para siempre. El terreno estaba adecuadamente abonado, pero los flemáticos ingleses tardarían varias décadas en trasladar al papel, a través de un libro, las suspicacias anidadas en su inconsciente colectivo.

Así fue que en 1976 -como ya dijimos- Stephen Knigth y su "Jack el Destripador. La solución definitiva" sacarían provecho de esos soterrados temores. Allí veremos a una policía corrupta, a una monarquía jaqueada por míseras prostitutas a las cuales habría que exterminar pues eran poseedoras de secretos muy fastidiosos, como el de conocer que el alocado príncipe Albert Víctor era padre de una bebé engendrada por una meretriz católica de nombre Annie Crook.

Al Dr. William Gull le sería asignada la innoble tarea de liquidar a las chantajistas, pero el facultativo habría sufrido un infarto cardíaco que le generó afasia, una enfermedad que, a su vez, le produjo alucinaciones y lo abismó en el desquicio cerebral. Excediéndose en las órdenes recibidas -que consistían en intimidar a las féminas, y no en matarlas- el eminente profesional se transformaría en el monstruo que la posteridad conocería bajo el mote delictivo de Jack el Destriapador.

Tal deviene en esencia la teoría del "Jack Asesino Aristocrático"; mediática hipótesis que con el correr del tiempo iría experimentando elocuentes variantes y daría lugar a múltiples versiones, como la que sirve a argumento a la miniserie antes comentada.

3 comentarios:

  1. si bien es una teoria mas , es una con muchas posibilidades . tal vez algun grupo de forenses historiadores y arqueologos ,estudien algun dia este acontesimiento transcurrido en la epoca victoriana que sacudio en su momento a una de las instituciones supuestamente mas certeras como scotland yard mercedes

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Gracias por comunicarse con Gabriel Pombo.