martes, 8 de marzo de 2011

James Kelly alias Jack el Destripador


EL TAPICERO QUE FUE JACK EL DESTRIPADOR. (Segunda parte)



JAMES KELLY alias JACK EL DESTRIPADOR:
La imagen de un rejuvenecido Kelly comparada con un dibujo de la posible fisonomía del Ripper.


James Kelly se había casado con la muchacha que aparentemente amaba, pero estaba destinado a no ser feliz con ella. Los cónyuges seguían conviviendo con los padres de la esposa en un ambiente de opresiva ausencia de intimidad. Hasta se rumoreó que el matrimonio no llegó a consumarse. Lo cierto era que el sujeto estaba más paranoico que nunca. Reñía con la chica y, desplegando celos obsesivos, le recriminaba por su pretendida infidelidad. En la más violenta de sus peleas, el flamante marido tildó a su mujer de "prostituta barata", y de haberle trasmitido la enfermedad sexual que le aquejaba -días atrás su suegra había localizado, por casualidad, las jeringuillas con que James se suministraba inyecciones curativas.
Así fue como el 21 de junio de 1883, a apenas diecisiete días de su casamiento, el tapicero extrajo de sus ropas una navaja de muelle, con la cual rasgó profundamente el cuello de su desdichada esposa, en el curso de un estallido de cólera tan absurdo como incontrolable.
Ante los gritos de la violentada acudió su madre, quien forcejeó con el atacante tomándolo por el cabello. Kelly golpeó a la mujer y la arrojó al suelo. Luego, en vez de huir o de brindar asistencia a Sarah, que aún vivía, se encerró en su habitación. La señora Brider se reincorporó y salió corriendo en busca de socorro. Trasladaron a la herida al hospital de San Bartolomé. A su vez, el ofensor fue derivado a la comisaría barrial, sin oponer resistencia. Interrogado acerca de los móviles de su agresión, expresó a los policías: "No sé por qué lo hice. Debo estar loco".
El 23 de junio Maynard, Inspector de Scotland Yard, lo condujo al hospital donde convalecía Sarah, a fin de establecer un careo entre el agresor y la agredida, pero los médicos manifestaron al detective que ello resultaba imposible, pues la paciente agonizaba.
El 24 de junio se verificó el deceso de la joven, y al día entrante, el uxoricida fue acusado formalmente de homicidio en primer grado. Incluso el doctor Oliver Treadwell, primer profesional que lo examinó, concluyó que el peritado gozaba del pleno uso de sus facultades mentales. El veredicto emitido por el jurado fue de culpabilidad sin atenuantes, y se lo condenó a expiar su crimen en la horca.
Enfrentado a la ominosa posibilidad de morir, el encausado aseguró a la prensa que ese no podía ser su destino, y que creía que todavía no había llegado su hora, pues sabía que "Dios tenía una misión para que él cumpliera".
El 2 de agosto apeló la sentencia, declarándose inocente bajo alegación de padecer locura, mediante un libelo interpuesto ante la corte por sus abogados.
Al pie de ese escrito lucían las firmas de varios conocidos del matador, quienes rogaron al tribunal de Old Bailey, donde se juzgaba su causa, que le concedieran la vida por tratarse de un desequilibrado.
Llamativamente, entre los firmantes de la petición se contaban los progenitores de la víctima.
El descargo no funcionó. El 3 de agosto el Ministerio del Interior británico denegó la clemencia, y se confirmó la imposición del castigo máximo, fijándose fecha para su ejecución, la cual quedó dispuesta para el próximo 20 de agosto.
La salvación del condenado devino por entero providencial. A último momento, el 7 de agosto, el doctor W. Orange, médico psiquiatra y superintendente de Broadmoor, lo sometió a revisión clínica y dictaminó que estaba irremisiblemente orate. Las declaraciones de su antiguo jefe, Mr. John Hiron, aportando una narración pormenorizada de las actitudes anormales de su empleado, también resultaron decisivas, lo cual, adicionado a que sus defensores - o el propio Kelly- sensibilizaron a los padres de Sarah, al extremo de que los principales damnificados pidieron que se perdonara al reo, forjaron un ambiente propicio a la indulgencia.
Finalmente, le fue cancelada la pena capital y se ordenó, en sustitución, su enclaustramiento en el hospicio.
Durante su reclusión aparentó ser un prisionero modelo. Trabajaba en la carpintería del internado y tocaba el piano. Parecía resignado a su suerte, y ni los custodios ni los facultativos imaginaban que planeaba fugarse. En realidad, estuvo durante años preparando su evasión, y la forma en que la llevó a cabo dio prueba de suma astucia.
Con enorme paciencia y gran habilidad manual, valiéndose de un trozo de metal, confeccionó una llave que encajaba exactamente con la cerradura del portón de ingreso del establecimiento.
Por ende, una vez que tuvo listo el duplicado se limitó a aguardar una desatención de los vigilantes, y cuando la oportunidad sobrevino - el 23 de enero de 1888- abrió con tranquilidad la puerta, escapando fantasmalmente.







¿Estuvo Jack el Destripador en Nueva York?
A la derecha: fascímil de un periódico norteamericano que así lo aseguraba.
A la izquierda: fotografía tomada en el asilo de Broadmoor al interno James Kelly junto a una cuidadora.


Se arguyó que afuera del recinto lo esperaba su compinche John Merritt, y que utilizó dinero que aún le restaba de su fondo fiduciario a fin de sobornar a los guardias y obtener cobijo una vez libre. Fuere como fuere, lo cierto es que el fugado acreditó que no estaba loco y jamás lo volvieron a capturar. Se mantuvo en el anonimato a lo largo de treinta y nueva años burlando la orden de arresto pronunciada por las autoridades.
El hecho de que Scotland Yard recelaba del desaparecido quedó patentizado porque al día siguiente del homicidio de Mary Jane Kelly - o sea, el 10 de noviembre de 1888- un grupo de agentes concurrieron a su antiguo domicilio -el que compartía con la familia Brider- y su ex suegra le informó a los policías que el tránsfuga no había regresado por allí. Lo habrían buscado asimismo por alojamientos en donde moró previo a vivir con la chica que asesinara, pero quienes atendieron a los detectives tampoco sabían de su paradero.
La pesquisa cesó prácticamente al tiempo de comenzar. Se desinteresaron de James Kelly sin saber que -atento éste confesaría mucho después- aún habitaba en tierra inglesa.
Pasarían casi cuarenta años, y el 11 de febrero de 1927, cifrando sesenta y siete años, un envejecido James Kelly llamó a la puerta del asilo de Broadmoor, suplicando que lo volviesen a admitir, pues "estaba muy cansado y quería morir junto a sus amigos".
El inesperado retorno del fugitivo despertó el interés de los periódicos. Entre éstos del The News of the World, que en su edición de la jornada entrante le dedicó unas escuetas líneas describiendo al arrepentido como "un pequeño hombre enjuto, de pelo gris y cara arrugada, con los pies doloridos y medio muerto de hambre".
Dos años después intentó escapar de nuevo pero fracasó. Estaba viejo y achacoso. Expiró a los sesenta y nueve años el 17 de setiembre de 1929, de neumonía lobular doble, conforme se relacionara en su acta de defunción.
Aunque tiempo atrás los escritores James Tully y Jim Morrison postularon por primera vez a este hombre a la candidatura de Jack the Ripper, su nominación experimentó un rebrote muy mediático.
En una reciente investigación, visible en Discovery Channel, el policía estadounidense Ed Norris presentó presuntas pruebas de la culpabilidad de James Kelly, y de la comisión de otros homicidios facturados con el sello del Destripador en tierra de Norteamérica.
Norris accedió a una copia guardada en los archivos del asilo de Broadmoor sobre un relato efectuado por el propio sospechoso meses antes de fallecer.
En esas notas, el redactor confiesa que estuvo en Londres durante las fechas de la matanza. También se prueba que el sujeto emigró a Estados Unidos, luego de andar por Europa en ciudades como Paris y Rotterdam. De esta última ciudad partió rumbo a Nueva York en el mercante Zaandam, arribando al puerto el 7 de octubre de 1890.
Por ello el prófugo pudo haber asesinado a Carrie Brown en abril de 1891, muerte que algunos adjudicaron al Depredador de Londres.
Ese desalmado crimen configuró el punto de arranque de la pesquisa del detective Norris, quien afirmó que el sospechoso ultimó a nueve prostitutas antes de matar a Carrie, la cual fue su décima víctima, y sobre el cuerpo de esta desdichada el ejecutor trazó el sangriento dibujo de un diez en números romanos.
La indagatoria culmina con un golpe de efecto cuando -magia de la tecnología mediante- el detective exhibe una imagen de James Kelly joven, tal cual se lo vería en 1888, recreada a partir de una fotografía que le tomaron en el asilo en 1927.
A esa imagen reconstruida se la confrontó con un boceto mostrando la fisonomía del Destripador, de acuerdo con descripciones de testigos contemporáneos a las mutilaciones de Whitechapel. No puede negarse que el parecido entre ambos rostros resulta notorio e impactante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comunicarse con Gabriel Pombo.