sábado, 21 de mayo de 2011

Frances Coles: posible víctima de Jack el Destripador


FRANCES COLES ("Carroty Nell")

posible víctima de JACK EL DESTRIPADOR






Agente de la policía Metropolitana

Ernest Thompson.

Primer policía en hallar el cadáver.




James Thomas Sadler

Sospechoso de asesinar a Frances Coles



Frances Coles alias "Carroty Nell" en un dibujo de la época


Descubrimiento del cuerpo
de la posible víctima de

Jack el Destripador



Fotografía mortuoria

de Frances Coles



El 13 de febrero de 1891, Benjamín Leeson acudió presuroso en respuesta a los insistentes silbidos de auxilio. Aquella madrugada un frío glacial azotaba a Londres, y en las calles desiertas la niebla le ganaba espacio a la lánguida luz de las farolas a gas. La ronda del custodio iba desde la Casa de la Moneda hacia el barrio de Shallow Gardens; esta zona circundaba un arco del puente en torno al cual discurría un ferrocarril, y abarcaba las calles Royal Mint y Chambers. En Shallow fue donde Leeson se encontró con el responsable de los estridentes llamados, el joven agente de la policía metropolitana Ernest Thompson, junto a dos vigilantes nocturnos.

_¿Qué sucede?_ interrogó Leeson.

_ Han matado a otra mujer_ repuso Thompson, y tras hacer una pausa para tomar aliento exclamó:

_¡ Ha sido Jack el Destripador!

Thompson era un agente bisoño que apenas llevaba seis meses revistando en el cuerpo policial. Casi temblaba de miedo apuntando con su índice el bulto que, caído sobre los adoquines, interrumpía el paso. Se trataba de una joven cuya ropa lucía desarreglada, y a la cual habían agredido encarnizadamente. Un profundo tajo abría su cuello y exhibía otras heridas, también sangrantes, en la región inferior del tronco. Leeson conocía de vista a la víctima, una ramera local de veintiséis años, cuyo alias "Carroty Nell" -por su cabello color zanahoria- ocultaba el nombre real de Frances Coles.

La chica fallecida se afincaba en una casa de huéspedes de la calle Thrawl, y en la noche de su óbito un hombre, cuya descripción encuadraba con la proporcionada por una tendera que lo observó poco antes junto a la occisa, se presentó en ese establecimiento preguntando por ella. Una de las manos del sujeto estaba ensangrentada, y éste le comentó al casero de la joven -quién lo veía por primera vez- que aquella herida era fruto de una riña generada cuando se resistió a un atraco. La inquilina lo atendió y estuvieron charlando en la cocina de la residencia durante una hora. El visitante se retiró entre la 1 y la 1, 30 de la madrugada.

Instantes después, la mujer salió sola y se encaminó a Shallow Gardens, donde fue hallada agonizante por el agente Thompson. Cerca de las 3 de esa mañana el mismo individuo retornó a la pensión mucho más maltrecho que la vez anterior. Profusas manchas de sangre salpicaban sus ropas y se mostraba sumamente alterado. La explicación que brindó al casero consistió en que unos rufianes le habían robado todo su dinero incluido un reloj de oro y, aunque también entonces se resistió, le fue peor que en el incidente anterior. Los atacantes lo castigaron duro, además de esquilmarlo.

El arrendador desconfió del relato y, tras negarse a proporcionarle alojamiento, le aconsejó que fuese a curar sus heridas al London Hospital de Whitechapel. Horas más tarde, al enterarse del homicidio de su inquilina, notificó de sus recelos a las autoridades policiales, quienes prontamente ubicaron al individuo, y lo llevaron detenido a la comisaría de la calle Leman.

El vapuleado sospechoso era James Thomas Sadler, un marino de cincuenta y tres años que oficiaba de fogonero en el barco S.S. Fez, atracado en el puerto naval de Chatham, próximo a Londres. Se declaró inocente negando ser el matador de Frances. Reconoció haberla conocido un año y medio atrás durante un día de franco y dijo que, desde entonces, se habían hecho buenos amigos.

El indagado fue encarcelado en la prisión de Holloway, mientras se instruía un proceso en su contra. Desesperado, el preso pidió ayuda al gremio de los fogoneros. Harry Wilson, abogado, defendió el caso con destreza. Ofreció el testimonio de tres capitanes que lo tuvieron bajo sus órdenes y que ratificaron su buen comportamiento. También probó, fuera de duda razonable, que la noche del crimen Sadler fue objeto de dos ataques callejeros, lo cual justificaba la presencia de sangre en sus ropas. Pese a todo, se retuvo al fogonero en dependencias carcelarias hasta que el juez consultó con el fiscal del tribunal supremo, y ambos juristas estimaron que debía disponerse la definitiva liberación del acusado, en vista de la ausencia de pruebas para incriminarlo.

Cierta prensa atribuyó el violento deceso de la bonita pelirroja a Jack el Destripador, y el suyo devino el último de los crímenes cometidos en Gran Bretaña que se quiso incluir dentro del elenco fatal del depredador de Whitechapel. Sin embargo, andando el tiempo, se consideró que se trataba de un asesinato de imitación. Similar pero perpetrado mediante otro modus operandi por un ultimador diferente. Esta posición prevalece hasta el día de hoy.














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