jueves, 16 de febrero de 2012

La obra de un demonio

EL HORRIBLE ASESINATO DE MARY JANE KELLY
















Imágenes: Arriba Dibujo de la bella Mary Jane Kelly.
Al medio y abajo a la derecha: fotografías de su cadaver tomadas en la escena del crimen.
Abajo a la izquierda: dibujo de su arrendador Mr. John McCarthy














Thomas Bowyer, conocido como "Indian Harry", por tratarse de un militar retirado del ejército inglés de la India, mejoraba los ingresos de su magra pensión trabajando como cobrador al servicio de John McCarthy, dueño de unos miserables cuartuchos en el edificio llamado "Miller´s Court", cuyos ocupantes en su mayoría eran mujeres que se ganaban la vida ejerciendo la prostitución.

Una de estas desafortunadas era Mary Jane Kelly, joven irlandesa pelirroja de venticinco años que rentaba la habitación número 13.

En la mañana del 9 de noviembre de 1888 el casero mandó a su empleado a que fuese hasta aquella habitación para tratar de cobrar el alquiler que la chica adeudaba.
Afuera se oía el jolgorio de un día festivo para los londinenses, en el cual se celebraba la fiesta del Lord Mayor, título que recibe en el Reino Unido el Alcalde de Londres, York y otras ciudades importantes.

Bowyer llamó varias veces a la puerta. Como no obtuvo respuesta se dirigió hacia una ventana lateral que él sabía tenía una rotura. Cuidando de no lastimarse, introdujo su mano por el hueco del vidrio y descorrió la cortina para escudriñar hacia el interior. Lo que vio le hizo proferir un grito de terror.

Sobre la cama empapada en sangre yacía el destrozado cuerpo de la infeliz inquilina. Su estómago lucía abierto en canal, y sus órganos internos se amontonaban en torno suyo, cual una masa informe, repugnante y sanguinolenta.

El cuadro era dantesco y el cadáver estaba irreconocible. Posteriormente, el ex novio de la víctima, el jornalero Joseph Barnett, aseguró en la morgue que se trataba sin duda de Mary Jane, pues la reconoció a causa de su cabellera rojiza, y por sus ojos y orejas, que era lo único que quedó intacto en aquel rostro desfigurado.

Lleno de espanto, Indian Harry volvió corriendo al bazar de John McCarthy y le comunicó sobre el terrible descubrimiento.

El arrendador fue junto con su empleado a Miller´s Court y comprobó la escena mirando también él a través de la ventana. Llamaron a la policía, y pronto acudieron los Inspectores Beck y Abberline, y casi al mismo tiempo el médico forense Bagster Philips.

¡Parecía más la obra de un demonio que la de un hombre!, exclamaría tiempo más tarde ante los estrados un conmocionado John McCarthy, al deponer en la encuesta judicial instruida por motivo de ese crimen.

Así dejaba constancia de la tremenda impresión que le produjo el monstruoso hallazgo, que estremeció aún a los endurecidos policías que concurrieron a aquella tétrica habitación.

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