sábado, 3 de agosto de 2013

Los periodistas en la historia de Jack el Destripador


LOS PERIODISTAS Y EL MITO DE JACK THE RIPPER


Frederick Best: el reportero del Star que se adjudicó el plagio


Carta "Dear Boss": la misiva que dio comienzo al mito del asesino mediático


Inspector Adolphus Williamson: fue el primer policía en recibir la célebre carta


Periodista y dramaturgo George R. Sims: uno de los más lúcidos estudiosos del caso



Cuando aquel 29 de septiembre de 1888 el Inspector Adolphus Williamson, que a la sazón oficiaba de jefe de prensa de Scotland Yard, leyó la carta que su amigo el reportero Thomas Bulling le trajo, no pareció especialmente impactado. Aunque la policía británica lo ocultaba, lo cierto es que ya tenían noticias sobre varios mensajes relacionados con los crímenes que se venían consumando en el East End de Londres. Por eso al pesquisa la cosa no le generaba mucha emoción.

Pero debía cumplir su trabajo y comunicó la novedad a sus superiores, quienes guardaron dentro de un cajón aquella letra. Probablemente no hubiera salido nunca de allí si al día siguiente no ocurriera lo imprevisto: el "doble evento"; es decir: los dos homicidios cometidos en la madrugada del 30 de septiembre que tuvieron por víctimas del maníaco matador de prostitutas a Liz Stride y Kate Eddowes. A la primera la habían degollado pero no mutilado, ni tampoco le sustrajeron órganos. Sin embargo el cadáver de la otra padeció una virtual carnicería: múltiples tajos asestados por un cuchillo frenético laceraban su faz, y uno de ellos le había rasgado el lóbulo de su oreja derecha. Cuando colocaron el cuerpo inerte en el ataud el lóbulo troceado cayó dentro del mismo.

Este macabro hecho bastó para que se considerase que el asesino que en aquella carta firmaba Jack el Destripador (o más exactamente "Jack el desgarrador" en inglés) fuese aceptado sin más como el genuino emisor de la amenazante epístola. Y es que en ella, entre otras jactancias y vanalidades, se proclamaba:

"...en el próximo trabajo le cortaré las orejas a la dama y las enviaré como broma a la policía...".

Fue el inicio de un mito que pervive hasta el presente. Esos horribles homicidios suburbanos posiblemente hubiesen quedado relegados al olvido, o al menos minimizados, si el anónimo ultimador hubiese seguido siendo conocido como "El asesino de Whitechapel", o por el mote de "Mandil de Cuero", con el cual se lo designase mientras se pensó que el responsable era el zapatero judío John Pizer, luego exculpado.

Ninguno de estos alias delictivos poseían el gancho mediático del que rubricaba aquella misiva que la Agencia Central de Noticias de Londres, por medio del ya citado Thomas Bulling, hizo llegar a Scotland Yard, y que presuntamente le había remitido previamente el victimario serial a sus oficinas dirigiéndola a su jefe de redacción. De allí el encabezado "Querido Jefe", pues a un jefe de prensa iba destinada la carta, en vez ser enviada directamente a las autoridades.

Muy curioso resulta que un asesino elija a una agencia noticiosa para promocionarse. Pero parecería que en realidad sí mandó antes cartas a la fuerza policial, aunque sin mayor eco. El 17 de septiembre de 1888 habría arribado a manos del responsable máximo de la Policía Metropolitana, el general Charles Warren, una epístola inculpatoria, y otra similar la recibió el Departamento de Investigación Criminal el 25 del mismo mes. Frente el silencio opuesto por los jerarcas el emisor optó por dirigirse a la prensa para ver si ahora lo tomaban en serio.

Luego de esto, los casi doscientos periódicos británicos compitieron en medio de una fiebre de tiradas dedicadas a los desmanes de Whitechapel. Entre los más furibundos resaltaba el Star de Frederick Best. Este periódico recién surgido en 1888 hizo su agosto gracias a la conmoción social que los asesinatos provocaron, pero ciertamente no constituyó el único medio de prensa favorecido. La palma al efecto se la llevó la ya referida Agencia Central de Noticias de Londres, que vendió a los diarios muchas copias de las misivas que el criminal tan generosa, como sospechosamente, les obsequiaba en forma personal.

Muchos años más tarde, un anciano Frederick Best se inculpó reconociendo, en un artículo periodístico, que él en complicidad con otro reportero inventaron a "Jack el Destripador". La carta remitida a la Agencia Central de Noticias londinense, conforme pretendió, no fue más que un bulo que elaboró sirviéndose de una pluma marca Waverley, a la cual le torció la punta a fin de hacer creer que el redactor era una persona tosca e inculta. Empero, esta versión no luce congruente, pues si algo destacaba en aquella famosa epístola trazada con tinta roja era la atildada caligrafía y correcta ortografía del guasón que la escribiera.

Durante largo tiempo se reputó al sedicente Best como plausible responsable de forjar el mito sensacionalista de Jack the Ripper, e incluso en películas y mini series televisivas (por ejemplo: en "Jack el Destripador" de 1988, serial inglesa con Michael Caine en el protagónico principal) veremos a ese inquieto periodista y al Star jugar un papel de gran fuste en la saga ripperiana.

No obstante, desde época relativamente reciente (año 2001) las cosas comenzaron a cambiar. En "Letters from hell", publicación española: "Jack el Destripador. Cartas desde el infierno" (ediciones Jaguar, Madrid. España, 2003), los expertos Stewart Evans y Keith Skinner plantean que el responsable no fue otro sino Thomas Bulling. Ese periodista al servicio de la Agencia Central de Noticias fabricó (de su puño y letra) la carta, y también inventó el mediático seudónimo; todo ello con el consenso de su jefe de prensa Mr. John Moore. Así lo creía también, ya por 1913, el Inspector de la Brigada Especial de Scotland Yard John Litlechild, atento le confiase en una carta a su amigo el dramaturgo y periodista George R. Sims.

Este último escritor, al contrario de los aludidos Best, Bulling y Moore, sí fue un estudioso cabal de aquellos infames acontecimientos. Destacaron una retahíla de notas que publicó durante esos días acerca del sórdido tema. Por caso, cuando liberaron a John Pizer, el redactor presagió:

"...Es posible que el individuo inofensivo que fue arrestado como Delantal de Cuero y fue absuelto porque no había suficientes pruebas en su contra como para convencer a nadie de nada, no pierda su popularidad en una generación. Fue criticado con tanto ensañamiento que será famoso de por vida...".

No se equivocó Sims al formular su vaticinio. Aquél mustio remendón aún hoy día disfruta de una cierta popularidad, y se lo recuerda como el fallido "Mandil o Delantal de Cuero", el asesino que no pudo ser. Reconocimiento que, ocioso es decirlo, sólo lo debe a haber ocupado un pequeño sitial cerca del más infaustamente célebre homicida de todos los tiempos. Un criminal que ha pasado a la historia merced a una carta suscrita con un apodo altisonante: Jack el Destripador. El alias que (todo parece indicar) fuera creado por unos noteros victorianos, tan sagaces como inescrupulosos, en su afán por vender periódicos.

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