El inspector Abberline no fue Jack el Destripador

LAS RAZONES DE PORQUE EL INSPECTOR ABBERLINE NO FUE JACK EL DESTRIPADOR

Imágenes: El Inspector Abberline interpretado por Johnny Deep, y en un dibujo de su época. La portada del libro del grafólogo José Luis Abad y Benitez, y el diario de James Maybrick, y  (en la misma foto) las portadas de los libros de Mónica Arra y de Abad y Benitez.


En una nota anterior declaramos nuestro convencimiento de que el Inspector Frederick George Abberline, nominado por el Sr. José Luís Abad y Benitez en su libro "Jack el Destripador. El asesino más inteligente de la historia" (2011) como Jack the Ripper, y también señalado anteriormente por la Dra. Mónica Laura Arra en su ensayo "Jack, en Scotland Yard" (2010), de ninguna forma pudo haber sido el anónimo matador serial.

Al menos, de las presuntas pruebas que proponen los mencionados escritores, no cabe inferir que lo hubiera sido. Pero corresponde ahora fundamentar más ampliamente nuestra opinión.

En primer lugar, procede destacar que el Sr Abad y Benitez implica a Abberline a partir de un estudio grafológico de su caligrafía en documentos donde el Policía consignó sus memorias cotejando este recaudo con la letra del denominado "Diario Maybrick", y concluye que ambos manuscritos devinieron escriturados por idéntica mano.

En lo personal considero que ambos instrumentos resultaron facturados por personas distintas, y que podría haber similitud en las grafías pero no identidad plena. Me cuesta concebir racionalmente que el principal investigador encargado de las pesquisas para atrapar a Jack the Ripper se tomase la molestia de redactar el manuscrito que se atribuyó a James Maybrick. Sencillamente no tiene lógica una cosa así. Aunque el Detective hubiese sido el asesino, cabe preguntarse qué adelantaba haciendo ese plagio.

Pero el punto fundamental radica en que aunque Abberline hubiera redactado el "Diario Maybrick", ni siquiera ello bastaría para concluir que, a su vez, fue el criminal de Whitechapel. El manuscrito o diario endilgado al industrial algodonero de Liverpool James Maybrick representa un recaudo comprobadamente falso. Su propio autonombrado descubridor (un obrero en paro de nombre Michael Barrett que lo presentó al público en 1992) se retractó ante los medios de prensa en 1995, y reconoció que, junto con su esposa, cometió el plagio y que fabricaron de cabo a rabo ese documento por obvios fines de lucro y notoriedad.

El análisis grafológico  se practica aquí  -en ambos libros- sobre algunas de las cartas adjudicadas al Destripador, y se compara a éstas con la caligrafía de las memorias escritas por Frederick Abberline. Pero tal cotejo tampoco sería decisivo, pues la mayoría de los expertos estiman que dichas misivas (con la única salvedad tal vez de la carta "From Hell") resultan falsas por ser obra de bromistas o de periodistas ansiosos por mantener su negocio en marcha.

En fin, con todo el respeto que merece la técnica o ciencia de la peritación caligráfica de documentos, y que merecen el Sr. José Lúis Abad y Benitez y la Dra. Mónica  Laura Arra, todo parece indicar que el afán por desvelar un misterio que ya lleva ciento veintitrés años ha prevalecido por sobre el uso del método lógico y racional que debió de emplearse para alcanzar soluciones creíbles.

El enigma de la identidad de Jack el Destripador probablemente se mantenga por siempre, o quizás no. Que se desvele ese arcano sería del mayor agrado de quien escribe estas líneas. Sin embargo, una cosa sí es segura: los libros de los distinguidos grafólogos antes citados no han logrado revelar la tan esquiva identidad del ultimador de prostitutas.

Por muy atractivo que literariamente resulte atribuir al Inspector Abberline, en una suerte de desdoblamiento al estilo de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, la condición de asesino serial, los estudios grafológicos no pueden constituir la prueba decisiva en este caso.