ASESINOS SERIALES: EVOLUCION HISTORICA
El fundador de la secta de los asesinos:
Hassan Ibn Sabbah
Luís Alfredo Garavito:
uno de los más prolíficos homicidas secuenciales
Asesinos grupales:
Miembros de la "Familia Manson"
La palabra "asesinos" deriva de "hashishin" -adictos al consumo del haschis que mataban bajo la influencia de esa droga- y refiere a los miembros de una secta musulmana que perpetraba homicidos por motivaciones religiosas acatando órdenes de sus jefes y profetas.
En particular, seguían fanaticamente a Hassan Ibn Sabbah, el cual pasó a la historia como "El Viejo de la Montaña" -pues encaramado en la cima del macizo Elburz había fortificado su inexpugnable castillo de Alamut ("Nido de Aguila")- y fue un líder ismailita que arribó a ese sitio en el año 1090 al mando de unas menguadas huestes que cada vez se fueron volviendo más poderosas.
Sin embargo, quienes se han constituido en épocas actuales en azote de sus semejantes no son aquellos míticos ejecutores, sino personajes cuyo motivo para ultimar deviene menos claro pues, a diferencia de los acólitos del Viejo de la Montaña, saben bien que no irán al paraíso gracias a sus actos fatales. Otra compulsión mucho más oscura y personal los guía.
Aunque el fenómeno del crimen en serie no es reciente, sino que goza de larga y triste data, podemos afirmar sin titubeos que esta realidad se acentuó de manera alarmante en nuestra sociedad contemporánea.
¿Cómo define la criminología a un homicida serial o secuencial?
De acuerdo a una clasificación básica puede sostenerse que un asesino serial es aquel que comete tres acciones letales diferentes con inervalos fríos (cool-off). En cada una de éstas puede producir más de un homicidio. Habitualmente cada criminal de esta especie posee una conducta ritualizada que le es propia, y que mantiene sin modificaciones durante la retahíla de crímenes.
Esto permite dividirlos en dos grandes categorías: asesinos en serie organizados y asesinos en serie desorganizados.
Igualmente configura una particularidad inherente al comportamiento asumido por esta clase de matadores el hecho de que usualmente observan de manera fiel un patrón específico en su forma de finiquitar. Aún cuando pueden operarse algunas variaciones en el concreto modo de eliminar a una u otra víctima, en lo esencial se advierte un común denominador delator de que el crimen fue llevado a cabo por la mano de un mismo atacante.
La incapacidad para detenerse una vez emprendida la saga terminal conforma una peculiaridad que los teóricos resaltan en la actitud del homicida secuencial. Ninguna consideración de orden moral frena al perpetrador una vez que se ha lanzado a la realización de su raid vesánico. Ni siquiera ponderaciones de sentido común, o la necesidad de obrar con cautela a fin de evitar la aprehensión inminente determinan que el delincuente se abstenga de asesinar.
Sólo dejará de matar si lo capturan, se enferma o se muere, o si un hecho externo ajeno a su voluntad -por ejemplo, ser apresado en el curso de la comisión de otro delito- le priva de llevar a término sus violencias. Su compulsión no se debe a factores aleatorios, pues no depende tanto de la sociedad en que vive, sino que está básicamente configurada por su carga génetica, según la opinón predominante de los modernos especialistas en el fenómeno de la criminalidad seriada.
Se ha sustentado que los finiquitadores en cadena nunca se suicidan antes de ser aprehendidos, y que rara vez lo hacen en la cárcel. Aunque con ecos de la vieja escuela lombrosiana, expertos del prominente calibre de la Dra. Helen Morrison han enfatizado que el ultimador serial lo es ya en el vientre de su madre durante el embarazo, que lo es en estado de feto, y aún desde que el espermaozoide fecunda al óvulo y establece la composición de un nuevo ser. Los genes originarían un cerebro trastornado y enfermo con tendencia a generar un asesino en serie (cfe: Morrison, Helen, Mi vida con los asesinos en serie, traducción de Gema Deza Guil, editorial Océano, Barcelona, España, pag. 305)
La lista de matadores secuenciales modernos es muy extensa, y no se avizora que se vaya a detener en un futuro próximo. En la Edad Media esta incapacidad para comprender los crímenes en serie hizo que éstos se atribuyeran a hombres lobos o a vampiros. Antes de la era freudiana las causas sobrenaturales constituían la única explicación para los asesinatos extremadamente violentos que incluían desangramientos y otras monstruosidades semejantes. El pueblo creía que tales desmanes únicamente se justificaban merced a la presencia de elementos demoníacos y a la intervención de entidades malignas.
Pese a que ya en la antigua Roma hubo criminales en cadena, el paradigmático caso de Jack el Destripador en la Inglaterra victoriana de postrimerías del siglo XIX suele tomarse como el primer caso que gozó de fuerte resonancia mediática.
En varios de los más espectaculares episodios la lúgubre trascendencia de los mismos fue causada por la brutal crueldad empleada por el agresor. En otras situaciones, en cambio, lo que primó consistió en la cantidad desproporcionada de muertes cobradas en la emergencia. En algunos victimarios seriales prevalece la psicopatía, mientras que en otros la razón de sus delitos descansa en el impulso sexual. Hay asesinos en serie que buscan ejercer dominio sobre la víctima, pero también hay aquellos que sólo se interesan por el cadáver, y que matan procurando ocasionar el menor dolor o terror posible sobre sus presas humanas.
La mayoría de los homicidas secuenciales actúan en solitario. Por caso: Luís Alfredo Garavito, Ted Bundy, Peter Sutcliffe, Henri Landrú, John Wayne Gacy, Andrei Chikatilo, y muchos otros más. Pero, igualmente, existen oportunidades donde se trata de un grupo que comete los crimenes seriales. Ejemplo típico de asesinatos perpetrados por un grupo resultaron los homicidios del clan de hippies liderado por el lunático Charles Manson conocido con el mote de "La Familia Manson".



No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por comunicarse con Gabriel Pombo.