LA EXTRAÑA HISTORIA DE
ROBERT DONSTON STEPHENSON
Robert Donston Stephenson
¿Místico, charlatán o asesino en serie?
El "Hombre elefante" residió en el mismo hospital
que Robert Donston en el año de los crímenes de Jack
Quienes acusan a Robert Donston sostienen que
un ritual satánico inspiró los asesinatos
Jack el Destripador golpeaba repentinamente, cual si de un perverso y fulmíneo ente emergido de la nada se tratase. Agredía a sus presas humanas y les infligía una muerte atroz, sin que aquellas pudiesen oponerle la menor resistencia.
Nunca había testigos directos presentes
durante los feroces ataques, o parecía no haberlos. Obraba con increíble
eficacia haciendo alarde de una desconcertante sangre fría e, igualmente, de un
completo desprecio hacia el peligro, como si estuviese convencido de que jamás
iría a ser capturado.
En algunos de sus asaltos, tal cual
aconteciera en el homicidio de Catherine Eddowes, eliminó a la mujer en las
adyacencias de una plaza alrededor de la cual un agente policial practicaba una
ronda regular cada quince minutos. Aún así, le alcanzó el tiempo para
diseccionar con certera meticulosidad al cadáver y extirparle órganos.
¿Estaba acaso protegido por fuerzas
sobrenaturales? ¿Era quizás un enviado diabólico? ¿Sus escalofriantes actos
obedecían a un lúgubre ritual? Preguntas
análogas a las arriba formuladas se agolparon en la mente de sus
contemporáneos, y de ello dio debida cuenta la prensa de aquel entonces.
Sin embargo, la eventual ligazón que
conectaría a este célebre asesino con la magia negra, con lo oculto, y con los
poderes satánicos, no alcanzaría a ser valorada con importante acopio de datos
y fundamentos sino después de que transcurrieran muchos años de acaecidos los
crímenes en el sector este del antiguo Londres.
La historia que asocia al matador en cadena
victoriano con Satán y sus acólitos, dispuso de un prematuro antecedente en el
ocaso del trágico 1888. En el mes de diciembre de dicho año se editó en la
revista londinense Pall Mall Gazette, un artículo proponiendo que el ultimador
de Spitalfields se dedicaba al ejercicio de la magia negra y ostentaba poderes
extranaturales.
El redactor de aquel raro opúsculo lo
constituyó el Conde Crawford, un prominente practicante de ciencias herméticas.
De concederse crédito a la citada formulación, el sádico delincuente extraía
órganos y grasa corporal de sus víctimas a fin de fabricar velas que le
permitieran concretar una evocación mágica apta para tornarlo inmune frente a
las enfermedades y detener su envejecimiento.
El aristocrático Crawford recalcó que los
lugares donde fueron abandonados los cuerpos formaban una estrella de cinco
puntas perfecta, o bien una cruz invertida, y que los pasos del implacable
ritual los había copiado el homicida extrayéndolos de un clásico tratado sobre
alta magia debido al reputado ocultista Eliphaz Levi.
Atento a otra sugerencia contemporánea a
aquellos macabros eventos, la diabólica estrella de cinco picos no estaba
conformada por la distribución suministrada a los cadáveres, sino por las
escuálidas pertenencias de la extinta Annie Chapman –unas monedas y un sobre
para cartas roto, entre otras fruslerías– las cuales, de acuerdo se adujo,
habrían quedado diseminadas encima de la acera observando de manera
intencionada esa llamativa simetría geométrica.
Se pretendía que el ultimador devenía
adepto a la magia negra, y que por medio de la práctica de aquel ceremonial
aspiraba hacerse con el elixir de la vida eterna.
Sin ingresar en los pormenores de estas
añosas propuestas, bastaría con advertir que los lugares en que se hallaron los
cuerpos exánimes de las cinco víctimas canónicas de Jack the Ripper, en
absoluto representan una cruz o una estrella de cinco picos perfecta –ni mucho
menos– sino que dejan la patente impresión de haberse tratado de crímenes
inferidos por puro azar; en la medida de que la distribución de los cadáveres
no respetó ninguna clase de coherencia geométrica.
De ser veraz la formulación de que a
algunas de las fenecidas se las eliminó en determinado sitio, y que a
posteriori se las trasladó a los lugares en que finalmente fueron encontradas,
menos sentido aún comportaría la idea
de que medió una significación ritualista en la comisión de los crímenes. Y es que
si el ejecutor hubiese querido ubicar los cadáveres de una manera en
particular, nada le habría impedido hacerlo así. Y tampoco se registraron evidencias aptas
para avalar la hipótesis de que pertenencias de una de las mujeres ultimadas
por el asesino se hallaron próximas a su cadáver esparcidas con prolijidad, y
guardando simétrica precisión, debido a que aquel depredador las habría dejado
ordenadas de forma deliberada, cual si hubiera tratado de diseñar con ellas una
estrella pentecostal.
Lo cierto fue que en los antes referidos artículos periodísticos se reveló el nombre y el apellido del diabólico
personaje a quien se le atribuyó representar al implacable depredador que el
mundo recuerda bajo el mote criminal de “Jack el Destripador”.
El nombre completo del individuo en
cuestión era Robert Donston Stephenson, aunque igualmente era conocido como
Roslyn D´Onston.
Durante el año 1888 este último había
estado entrando y saliendo repetidamente de su internado en el London Hospital
en Whitechapel Road, nosocomio donde se lo trataba a raíz de sus alteraciones
psiquiátricas. Este centro hospitalario, a despecho de su manifiesta
importancia, se emplazaba dentro del populoso sector este de Londres y, más
exactamente, en el paupérrimo distrito donde tendrían cabida los perversos y
jamás resueltos crímenes.
Como dato curioso vale apuntar que en
fechas concomitantes a las internaciones de Donston, un paciente mucho más
notable que aquél era asimismo tratado en aquella institución médica, aunque no
a causa de dolencias mentales sino por padecer espantosas anomalías físicas
congénitas en proceso de irreversible y fatal agravamiento. Nos referimos a
Joseph Merrick, quien pasaría a la historia como “El Hombre Elefante”.
El
nacimiento del sospechoso Robert Donston Stephenson data del 20 de abril de
1841, por lo que el mismo contaba con cuarenta y siete años cuando tuvieron lugar
las barrabasadas ejecutadas en los empobrecidos suburbios de la capital
inglesa.
Donston era un gran mitómano y un
empedernido bebedor. Entre los muchos cuentos extravagantes que gustaba adosar
a sus allegados descuella su pretensión de que derivaba de noble alcurnia. Esto
no era así en absoluto porque este hombre procedía de progenitores de muy
modesta condición social: su padre trabajaba como triturador de semillas para
la obtención de aceite, y su madre era
ama de casa.
En
el año de los crímenes del Destripador este sospechoso vivía sumido en
la mayor pobreza. A despecho de esa realidad, aparentaba
haber experimentado un pasado próspero e importante donde fuera médico y ex
oficial de un regimiento de caballería. Igualmente, argüía ser un hechicero
practicante de magia negra, dotado con excelsos atributos psíquicos, y aceptaba
–a la vez que difundía– que en algunos ámbitos lo apodaban “Muerte repentina”; en honor, tal
vez, a la eficacia letal que podían revestir sus extraordinarios poderes, si se
proponía utilizarlos contra sus enemigos.
La única fotografía que se conserva sobre
tan estrafalario personaje, lo refleja como un hombre de edad bastante madura,
canoso, de hirsuto bigote gris, porte marcial y aire distinguido. Este sujeto aseguró a su entonces amante Mabel Collins y a la socia de ésta la baronesa Cremers que había conocido en persona al feroz criminal que la prensa
catalogaba bajo el apodo de Jack el Destripador.
La historia que el individuo comunicó a ambas mujeres fue la siguiente: En una de sus frecuentes internaciones en el
Hospital de Whitechapel Road, había trabado cierta amistad con un médico que
una noche, al atravesar por una crisis de arrepentimiento, le confesó que él
era el desmembrador de rameras a quien Scotland Yard tan afanosamente buscaba.
El sistema para finiquitar que usaba el
médico consistía en amarrar desde atrás a las víctimas y, luego de ponerlas en
estado de indefensión, procedía a degollarlas sirviéndose de un filoso
cuchillo. Empleando tal método evitaba que sus ropas se manchasen de sangre y
lograba que su huida del escenario de las matanzas no quedase delatada por
causa de tan comprometedora circunstancia. En cuanto al lugar donde guardaba los
órganos que por misteriosas razones extraía a las desafortunadas mujeres, el
abominable cirujano escondía esas sangrantes porciones humanas dentro del
espacio que mediaba entre la corbata y la camisa. Los violentos ataques incluían la práctica
de sodomía por cuenta del agresor contra sus víctimas femeninas. Este preludio
de los crímenes se habría llevado a efecto sin aplicar violencia, sino por
propia voluntad de las luego agredidas. Las espantadas mujeres contaron a la prensa la historia comunicada por el presuntamente satánico Donston y así comenzó a cimentarse la hipótesis que vincula a aquél con el caso del asesino de Whitechapel.
Robert Donston llena los requisitos
inherentes a un maníaco que se cree designado como emisario de las fuerzas del
mal. Fue un sospechoso contemporáneo a las presuntas muertes rituales y resultó
varias veces interrogado por la policía.
Algunos conocidos suyos estaban
convencidos de que él era el Ripper, incluida su amante Mabel Collins. Pese a
su notoria propensión a exagerar parece ser cierto que fungió en el cargo de
cirujano o ayudante de cirujano militar en el ejército inglés y que estudió
magia negra en África.
Está comprobado que fue redactor de varios
artículos periodísticos que versaron sobre magia y ocultismo. Incluso aseguró
en una de esas notas haber “vencido” a una bruja, expresión que utilizó a
manera de eufemismo porque en realidad la habría matado, en tanto el asesinato
no sería cosa nueva para este individuo.
Años más tarde el autor Melvin Harris, en una muy leída y popular trilogía literaria,
postuló que ese hombre realmente fue el auténtico Jack el Destripador; idea que
igualmente sería profundizada por otros comentaristas como Ivor Edwards.
Mr. Harris propondría que Roslyn constituyó
un desalmado e implacable psicópata, cuyas espantosas e indignantes masacres
estuvieron motivadas por la frenética compulsión de llevar a término una
ceremonia satánica a la hora de emprender las fechorías. Tal propuesta este
ensayista la sugirió repetidamente a partir de su exitoso y fundacional ensayo
“The bloody truth”[1] –“La sangrienta verdad”–, editado en el año 1987. En
el mentado libro se conciben a los estremecedores desmanes acaecidos durante el
otoño de 1888 en el East End a guisa de matanzas diabólicas asignadas a la
facturación de Roslyn D´Onston. Harris
alega que la motivación propulsora de las tropelías, así como los
desconcertantes indicios diseminados –aparentemente adrede– en el teatro de las
muertes por el matador o los matadores, descartaban que se estuviera frente a
la presencia de crímenes ordinarios y, en cambio, denotaban que forzosamente
debía haber detrás de ellos una siniestra organización criminal.
Pero,
en opinión del aludido ensayista, esta organización estaba imbuida por
influencias extra naturales, y contaría en calidad de verdugo con el individuo en
torno al cual recayeron persistentes sospechas por la época de producirse los
repudiables acontecimientos, único personaje al cual de manera explícita se lo
identificase con las fuerzas ocultas y con los poderes mágicos, y que no sería
otro sino nuestro tan referenciado Robert Donston Stephenson.
El
hombre al cual algunos reputaron un peligroso adepto del maligno, aunque para
otros sólo se trataba de un vacuo charlatán, por esas fechas entraba y salía
con cada vez mayor asiduidad del London Hospital de Whitechapel.
Su huella se fue hundiendo lentamente en
una oscuridad semejante a la que signó toda su existencia. Oscuridad de la cual
sólo lo sacarían ciertos ensayistas modernos en su búsqueda por resolver el
enigma criminal más cautivante de todos los tiempos.
[1] Harris, Melvin, The bloody truth, Editorial
Columbus, Londres, Inglaterra, 1987. A
este libro le seguirían: The ripper file, Editorial W.H. Allen, 1989, y The
true face of Jack the Ripper, Editorial
Michael O´ Mara, 1994.
Excelente texto que puede ser utilizado como introduccion al Capitulo de "Jack El destripador. La Leyenda Continúa" del Dr. Pombo dedicado a Jack el Destripador como Asesino Satanico. Teoria oscura que despierta multiples objeciones respecto a su veracidad, pero que no puede dejar de ser tenia en cuenta por los estudiosos del tema. Ver el Documental de national geographic donde se aborda esta teoria, aunque no con la calidad con que la expone el doctor pombo en su nuevo libro.
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