miércoles, 25 de marzo de 2015

Jack el Destripador como agente satánico


                                        LA EXTRAÑA HISTORIA DE 
                                   ROBERT DONSTON STEPHENSON

                                                          Robert Donston Stephenson
                                                        ¿Místico, charlatán o asesino en serie?
                                                   El "Hombre elefante" residió en el mismo hospital
                                                                     que Robert Donston en el año de los crímenes de Jack
                                              Quienes acusan a Robert Donston sostienen que
                                             un ritual satánico inspiró los asesinatos 


    Jack el Destripador golpeaba repentinamente, cual si de un perverso y fulmíneo ente emergido de la nada se tratase. Agredía a sus presas humanas y les infligía una muerte atroz, sin que aquellas pudiesen oponerle la menor resistencia.
    Nunca había testigos directos presentes durante los feroces ataques, o parecía no haberlos. Obraba con increíble eficacia haciendo alarde de una desconcertante sangre fría e, igualmente, de un completo desprecio hacia el peligro, como si estuviese convencido de que jamás iría a ser capturado.
    En algunos de sus asaltos, tal cual aconteciera en el homicidio de Catherine Eddowes, eliminó a la mujer en las adyacencias de una plaza alrededor de la cual un agente policial practicaba una ronda regular cada quince minutos. Aún así, le alcanzó el tiempo para diseccionar con certera meticulosidad al cadáver y extirparle órganos.
    ¿Estaba acaso protegido por fuerzas sobrenaturales? ¿Era quizás un enviado diabólico? ¿Sus escalofriantes actos obedecían a un lúgubre ritual?  Preguntas análogas a las arriba formuladas se agolparon en la mente de sus contemporáneos, y de ello dio debida cuenta la prensa de aquel entonces.
    Sin embargo, la eventual ligazón que conectaría a este célebre asesino con la magia negra, con lo oculto, y con los poderes satánicos, no alcanzaría a ser valorada con importante acopio de datos y fundamentos sino después de que transcurrieran muchos años de acaecidos los crímenes en el sector este del antiguo Londres.
    La historia que asocia al matador en cadena victoriano con Satán y sus acólitos, dispuso de un prematuro antecedente en el ocaso del trágico 1888. En el mes de diciembre de dicho año se editó en la revista londinense Pall Mall Gazette, un artículo proponiendo que el ultimador de Spitalfields se dedicaba al ejercicio de la magia negra y ostentaba poderes extranaturales.
    El redactor de aquel raro opúsculo lo constituyó el Conde Crawford, un prominente practicante de ciencias herméticas. De concederse crédito a la citada formulación, el sádico delincuente extraía órganos y grasa corporal de sus víctimas a fin de fabricar velas que le permitieran concretar una evocación mágica apta para tornarlo inmune frente a las enfermedades y detener su envejecimiento.
    El aristocrático Crawford recalcó que los lugares donde fueron abandonados los cuerpos formaban una estrella de cinco puntas perfecta, o bien una cruz invertida, y que los pasos del implacable ritual los había copiado el homicida extrayéndolos de un clásico tratado sobre alta magia debido al reputado ocultista Eliphaz Levi.
    Atento a otra sugerencia contemporánea a aquellos macabros eventos, la diabólica estrella de cinco picos no estaba conformada por la distribución suministrada a los cadáveres, sino por las escuálidas pertenencias de la extinta Annie Chapman –unas monedas y un sobre para cartas roto, entre otras fruslerías– las cuales, de acuerdo se adujo, habrían quedado diseminadas encima de la acera observando de manera intencionada esa llamativa simetría geométrica.
    Se pretendía que el ultimador devenía adepto a la magia negra, y que por medio de la práctica de aquel ceremonial aspiraba hacerse con el elixir de la vida eterna.
    Sin ingresar en los pormenores de estas añosas propuestas, bastaría con advertir que los lugares en que se hallaron los cuerpos exánimes de las cinco víctimas canónicas de Jack the Ripper, en absoluto representan una cruz o una estrella de cinco picos perfecta –ni mucho menos– sino que dejan la patente impresión de haberse tratado de crímenes inferidos por puro azar; en la medida de que la distribución de los cadáveres no respetó ninguna clase de coherencia geométrica.
    De ser veraz la formulación de que a algunas de las fenecidas se las eliminó en determinado sitio, y que a posteriori se las trasladó a los lugares en que finalmente fueron encontradas, menos sentido aún comportaría la idea de que medió una significación ritualista en la comisión de los crímenes. Y es que si el ejecutor hubiese querido ubicar los cadáveres de una manera en particular, nada le habría impedido hacerlo así. Y tampoco se registraron evidencias aptas para avalar la hipótesis de que pertenencias de una de las mujeres ultimadas por el asesino se hallaron próximas a su cadáver esparcidas con prolijidad, y guardando simétrica precisión, debido a que aquel depredador las habría dejado ordenadas de forma deliberada, cual si hubiera tratado de diseñar con ellas una estrella pentecostal.
        Lo cierto fue que en los antes referidos artículos periodísticos se reveló el nombre y el apellido del diabólico personaje a quien se le atribuyó representar al implacable depredador que el mundo recuerda bajo el mote criminal de “Jack el Destripador”.
    El nombre completo del individuo en cuestión era Robert Donston Stephenson, aunque igualmente era conocido como Roslyn D´Onston.
    Durante el año 1888 este último había estado entrando y saliendo repetidamente de su internado en el London Hospital en Whitechapel Road, nosocomio donde se lo trataba a raíz de sus alteraciones psiquiátricas. Este centro hospitalario, a despecho de su manifiesta importancia, se emplazaba dentro del populoso sector este de Londres y, más exactamente, en el paupérrimo distrito donde tendrían cabida los perversos y jamás resueltos crímenes.
    Como dato curioso vale apuntar que en fechas concomitantes a las internaciones de Donston, un paciente mucho más notable que aquél era asimismo tratado en aquella institución médica, aunque no a causa de dolencias mentales sino por padecer espantosas anomalías físicas congénitas en proceso de irreversible y fatal agravamiento. Nos referimos a Joseph Merrick, quien pasaría a la historia como “El Hombre Elefante”.
      El nacimiento del sospechoso Robert Donston Stephenson data del 20 de abril de 1841, por lo que el mismo contaba con cuarenta y siete años cuando tuvieron lugar las barrabasadas ejecutadas en los empobrecidos suburbios de la capital inglesa.
    Donston era un gran mitómano y un empedernido bebedor. Entre los muchos cuentos extravagantes que gustaba adosar a sus allegados descuella su pretensión de que derivaba de noble alcurnia. Esto no era así en absoluto porque este hombre procedía de progenitores de muy modesta condición social: su padre trabajaba como triturador de semillas para la obtención de aceite, y  su madre era ama de casa.
        En el año de los crímenes del Destripador este sospechoso vivía sumido en la mayor pobreza. A despecho de esa realidad, aparentaba haber experimentado un pasado próspero e importante donde fuera médico y ex oficial de un regimiento de caballería. Igualmente, argüía ser un hechicero practicante de magia negra, dotado con excelsos atributos psíquicos, y aceptaba –a la vez que difundía– que en algunos ámbitos lo apodaban “Muerte repentina”; en honor, tal vez, a la eficacia letal que podían revestir sus extraordinarios poderes, si se proponía utilizarlos contra sus enemigos.
    La única fotografía que se conserva sobre tan estrafalario personaje, lo refleja como un hombre de edad bastante madura, canoso, de hirsuto bigote gris, porte marcial y aire distinguido. Este sujeto aseguró a su entonces amante Mabel Collins y a la socia de ésta la baronesa Cremers que había conocido en persona al feroz criminal que la prensa catalogaba bajo el apodo de Jack el Destripador.
    La historia que el individuo comunicó a ambas mujeres fue la siguiente: En una de sus frecuentes internaciones en el Hospital de Whitechapel Road, había trabado cierta amistad con un médico que una noche, al atravesar por una crisis de arrepentimiento, le confesó que él era el desmembrador de rameras a quien Scotland Yard tan afanosamente buscaba.
    El sistema para finiquitar que usaba el médico consistía en amarrar desde atrás a las víctimas y, luego de ponerlas en estado de indefensión, procedía a degollarlas sirviéndose de un filoso cuchillo. Empleando tal método evitaba que sus ropas se manchasen de sangre y lograba que su huida del escenario de las matanzas no quedase delatada por causa de tan comprometedora circunstancia. En cuanto al lugar donde guardaba los órganos que por misteriosas razones extraía a las desafortunadas mujeres, el abominable cirujano escondía esas sangrantes porciones humanas dentro del espacio que mediaba entre la corbata y la camisa.  Los violentos ataques incluían la práctica de sodomía por cuenta del agresor contra sus víctimas femeninas. Este preludio de los crímenes se habría llevado a efecto sin aplicar violencia, sino por propia voluntad de las luego agredidas. Las espantadas mujeres contaron a la prensa la historia comunicada por el presuntamente satánico Donston y así comenzó a cimentarse la hipótesis que vincula a aquél con el caso del asesino de Whitechapel.
      Robert Donston llena los requisitos inherentes a un maníaco que se cree designado como emisario de las fuerzas del mal. Fue un sospechoso contemporáneo a las presuntas muertes rituales y resultó varias veces interrogado por la policía. 
      Algunos conocidos suyos estaban convencidos de que él era el Ripper, incluida su amante Mabel Collins. Pese a su notoria propensión a exagerar parece ser cierto que fungió en el cargo de cirujano o ayudante de cirujano militar en el ejército inglés y que estudió magia negra en África.
    Está comprobado que fue redactor de varios artículos periodísticos que versaron sobre magia y ocultismo. Incluso aseguró en una de esas notas haber “vencido” a una bruja, expresión que utilizó a manera de eufemismo porque en realidad la habría matado, en tanto el asesinato no sería cosa nueva para este individuo.  
     Años más tarde el autor Melvin Harris, en una muy leída y popular trilogía literaria, postuló que ese hombre realmente fue el auténtico Jack el Destripador; idea que igualmente sería profundizada por otros comentaristas como Ivor Edwards.
    Mr. Harris propondría que Roslyn constituyó un desalmado e implacable psicópata, cuyas espantosas e indignantes masacres estuvieron motivadas por la frenética compulsión de llevar a término una ceremonia satánica a la hora de emprender las fechorías. Tal propuesta este ensayista la sugirió repetidamente a partir de su exitoso y fundacional ensayo “The bloody truth”[1] –“La sangrienta verdad”–, editado en el año 1987. En el mentado libro se conciben a los estremecedores desmanes acaecidos durante el otoño de 1888 en el East End a guisa de matanzas diabólicas asignadas a la facturación de Roslyn D´Onston. Harris alega que la motivación propulsora de las tropelías, así como los desconcertantes indicios diseminados –aparentemente adrede– en el teatro de las muertes por el matador o los matadores, descartaban que se estuviera frente a la presencia de crímenes ordinarios y, en cambio, denotaban que forzosamente debía haber detrás de ellos una siniestra organización criminal.
    Pero, en opinión del aludido ensayista, esta organización estaba imbuida por influencias extra naturales, y contaría en calidad de verdugo con el individuo en torno al cual recayeron persistentes sospechas por la época de producirse los repudiables acontecimientos, único personaje al cual de manera explícita se lo identificase con las fuerzas ocultas y con los poderes mágicos, y que no sería otro sino nuestro tan referenciado Robert Donston Stephenson. 
      El hombre al cual algunos reputaron un peligroso adepto del maligno, aunque para otros sólo se trataba de un vacuo charlatán, por esas fechas entraba y salía con cada vez mayor asiduidad del London Hospital de Whitechapel.
    Su huella se fue hundiendo lentamente en una oscuridad semejante a la que signó toda su existencia. Oscuridad de la cual sólo lo sacarían ciertos ensayistas modernos en su búsqueda por resolver el enigma criminal más cautivante de todos los tiempos.




[1]   Harris, Melvin, The bloody truth, Editorial Columbus, Londres, Inglaterra, 1987. A este libro le seguirían: The ripper file, Editorial W.H. Allen, 1989, y The true face of  Jack the Ripper, Editorial Michael O´ Mara, 1994.

1 comentario:

  1. Excelente texto que puede ser utilizado como introduccion al Capitulo de "Jack El destripador. La Leyenda Continúa" del Dr. Pombo dedicado a Jack el Destripador como Asesino Satanico. Teoria oscura que despierta multiples objeciones respecto a su veracidad, pero que no puede dejar de ser tenia en cuenta por los estudiosos del tema. Ver el Documental de national geographic donde se aborda esta teoria, aunque no con la calidad con que la expone el doctor pombo en su nuevo libro.

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Gracias por comunicarse con Gabriel Pombo.