MARY JANE KELLY ES LA CLAVE.
UN PERIODISTA VICTORIANO ES EL NUEVO CANDIDATO A HABER SIDO JACK THE RIPPER
Francis Spurzheim Craig (señalado dentro del círculo)
asistiendo a la encuesta judicial por el crimen de Annie Chapman
Wynne Weston Davies en el cementeriodonde reposan los restos de Mary Jane Kelly
Presunta imagen de Elizabeth Weston Davies alias Mary Jane Kelly
Portada de la controversial teoría
LA NOTICIA
Un médico británico jubilado, Wynne Weston Davies, ha publicado "The Real Mary Kelly" ("La verdadera Mary Kelly", subtitulo: "La última víctima de Jack el Destripador y la identidad del hombre que la asesinó"). Se trata de la más reciente teoría sobre la siempre elusiva identidad del Destripador de Whitechapel. Su nominado para el cargo de verdugo de las prostitutas es el desconocido periodista Francis Spurzheim Craig, quien se habría casado con la tía abuela del escritor y la terminó matando brutalmente, no sin antes dar cuenta de otras cuatro meretrices.
¿El móvil del criminal?
Los celos y el amor propio masculino herido. La esposa del desquiciado periodista fue la última víctima canónica del mutilador: Mary Jane Kelly; la cual -si creemos a esta formulación- en realidad se llamaba Elizabeth Weston Davies; pero cambió su nombre para ejercer la prostitución y no ser detectada por su vengativo marido.
¿Las anteriores víctimas?
Por cierto que lo constituyeron las restantes asesinadas tradicionales del victimario secuencial motejado Jack the Ripper, a saber: Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride y Catherine Eddowes.
¿La razón de estos cuatro homicidios previos?
Despistar a las autoridades para que atribuyesen la abominable muerte de Kelly-Weston Davies a un demente ejecutor serial y no sospechasen que su despechado esposo era el culpable. De paso, la desfiguración del rostro de esa occisa se debió a que el homicida no quería que sus conocidos se enterasen que la ramera ultimada era su ex cónyuge que había tomado el mal camino.
LA MUERTE CONOCIDA
Poco se sabe con certeza de la vida de esta mujer, y esa incertidumbre ha teñido a su recuerdo con un halo de misterio. En realidad más se conoce acerca de su muerte, sobre cómo fue encontrada inerte una fría madrugada del 9 de noviembre de 1888.
Dicha mañana Thomas Bowyer, apodado Indian Harry, por tratarse de un militar retirado del ejército inglés de la India, mejoraba los ingresos de su magra pensión trabajando como cobrador al servicio de John McCarthy, dueño de unos miserables cuartuchos en el edificio llamado "Miller´s Court", cuyos ocupantes en su mayoría eran féminas que se ganaban la vida ejerciendo la prostitución.
Una de estas desafortunadas era Mary Jane Kelly, alias Marie Jeannette, Fair Emma o Ginger, una joven irlandesa pelirroja de venticinco años que rentaba la habitación número 13.
En esa ocasión el casero mandó a su empleado a que fuese hasta aquella pieza para tratar de cobrar el alquiler que la arrendataria adeudaba. Afuera se oía el jolgorio de un día festivo para los londinenses, en el cual se celebraba la fiesta del Lord Mayor, título que recibe en el Reino Unido el Alcalde de Londres, York y otras ciudades importantes.
Bowyer llamó varias veces a la puerta. Como no obtuvo respuesta se dirigió hacia una ventana lateral que él sabía tenía una rotura. Cuidando de no lastimarse, introdujo su mano por el hueco del vidrio y descorrió la cortina para escudriñar hacia el interior. Lo que vio le hizo proferir un grito de terror.
Sobre la cama empapada en sangre yacía el destrozado cuerpo de la infeliz inquilina. Su estómago lucía abierto en canal, y sus órganos internos se amontonaban en torno suyo, cual una masa informe, repugnante y sanguinolenta.
El cuadro era dantesco y el cadáver estaba irreconocible. Posteriormente, el ex novio de la víctima, el jornalero Joseph Barnett, aseguró en la morgue que se trataba sin duda de Mary Jane, pues la reconoció a causa de su cabellera rojiza, y por sus ojos y orejas, que era lo único que quedó intacto en aquel rostro desfigurado.
Lleno de espanto, Indian Harry volvió corriendo al bazar de su patrón y le comunicó sobre el terrible descubrimiento.
El arrendador fue junto con su empleado a Miller´s Court y comprobó la escena mirando también él a través de la ventana. Llamaron a la policía, y pronto acudieron los inspectores Beck y Abberline, y casi al mismo tiempo el médico forense Bagster Philips.
¡Parecía más la obra de un demonio que la de un hombre!, exclamaría tiempo más tarde ante los estrados un conmocionado John McCarthy, al deponer en la encuesta judicial instruida por motivo de ese crimen.
Así dejaba constancia de la tremenda impresión que le produjo el monstruoso hallazgo, que estremeció aún a los endurecidos policías que concurrieron a aquella tétrica habitación.
LA VERSION DEL DOCTOR WESTON DAVIES
Y ahora parece que por fin se ha descubierto el nombre del "demonio" en cuestión.
Francis Spurzheim Craig se llamaría éste, conforme afirma el médico retirado. Menos definida está su fisonomía. No se nos proporciona una fotografía, sino únicamente un dibujo. Recorre la web una viñeta que muestra a los asistentes de la audiencia procesal celebrada tras el óbito de Annie Chapman. Y ni siquiera el hombre allí bosquejado -cuya faz se encierra dentro de un círculo acusatorio- es seguro que represente al flamante sospechoso.
El ensayista sostiene que el individuo del dibujo se asemeja mucho al padre del sindicado -del cual sí hay varias fotografías- y que como Spurzheim Craig era cronista pudo ser él uno de los miembros de la prensa que lucen sentados en esa sala, por lo que ese eventual parecido lo propone como prueba de que el sujeto indudablemente estuvo allí.
El asesino volviendo al lugar del crimen... el asesino regodeándose con las consecuencias de sus delitos...
En realidad, de acuerdo nos cuenta el médico escritor, el descubrimiento de la identidad del matador en cadena del East End de Londres se debió más que nada a la casualidad.
Diez años atrás el galeno se abocó a descifrar su árbol genealógico, cuyo rastro se interrumpía al llegar a su tercera generación. Tenía una vaga idea de que su tía abuela paterna se llamaba Elizabeth Weston Davies, pero para profundizar acudió a los Archivos Nacionales de Kew. Allí supo que esa ascendiente figuraba con el nombre de Elizabeth Weston Jones, de estado civil viuda.
En su libro el ensayista sostiene que su ascendiente era hija de Edwards y Annie Davies, y oriunda del País de Gales, de una pequeña aldea denominada Aberangell. Muy joven fungió en calidad de criada de María Cornelia Edwards, Marquesa de Londonberry, lo cual equivalía a tener un muy buen puesto de trabajo. Su existencia cambió a partir del 6 de noviembre de 1884, día que falleció el Marqués de Londonberry; tras lo cual su cónyuge resolvió establecerse junto con su servidumbre en la masión familiar en Plas Machynlleth.
Esa decisión obligaba a Elizabeth a trasladarse a esa zona rural de Gales, pero ella prefirió probar fortuna, y viajó a Inglaterra. En este país, en el West End, conoció a una francesa dueña de burdeles y pubs, llamada Ellen Sophia McLeod, quien la invitió a sumarse a su elenco de pupilas; convite aceptado por la chica que de inmediato pasó a brindar sus servicios sexuales en una casa de lenocinio emplazada en el 28 de Collinghan Place, Kensington. Casi al mismo tiempo, se relacionó con el periodista Francis Spurzheim Craig con el cual se comprometió. Seguidamente, según los datos aportados por el autor, la mujer se casó en la Nochebuena de 1884, en Hammersmith, con el antes nombrado hombre de cuarenta y siete años por entonces, cuando ella sólo cifraba veintiuno.
Hasta aquí la información que suministra el doctor Weston Davies, sin aclarar demasiado las fuentes en las cuales se funda.
En cuanto refiere a pruebas documentales, señala que, al recibir en el Registro Público de Kew un paquete conteniendo antiguos recaudos legales, comprobó que escasos meses más tarde los cónyuges se divorciaron a petición judicial del esposo, constando que aquél invocó como causal de separación la infidelidad de su mujer. Concretamente, la habría sorprendido (u otros la sorprendieron, pues en el instrumento legal ese punto no queda claro) entrar en compañía de un muchacho a una casa de citas próxima al hogar conyugal ubicado en Plaza de Argyll, King Cross, el 19 de mayo de 1885.
Se especula que el marido ya sabía que Elizabeth ejercía el meretricio. Seguiría enamorado de ella, pero el orgullo le impediría aceptarla abiertamente. Frente a sus familiares y conocidos fingiría dignidad, y promovió el divorcio, pero secretamente volvió a verla y le propuso la reconciliación, según aduce el ensayista. La descocada chica rechazó una y otra vez al taciturno ex cónyuge, pero ante su acoso decidió marcharse al East End londinense y ocultar su genuina identidad, pasando a valerse del alias de Mary Jane Kelly.
El cronista la buscaría tenazmente, íncluso por medio de detectives privados -arguye el teórico-, y con el paso del tiempo sin lograr el retorno de su amada, ni menos aún poder evitar que se prostituyera, su intenso amor se trocó en odio furibundo. El repelido enamorado también empezó a sufrir fracasos profesionales. De ser editor de periódicos, y ganarse con solvencia la vida, pasó a incurrir en el plagio periodístico. El Daily Telegraph lo demandó y estuvo al borde de perder su licencia. Estas peculiaridades las considera el proponente como signos de que su acusado padecía un trastorno esquizoidal de la personalidad en proceso de irreversible agravamiento.
Concuyendo el investigador que su sospechoso era, en suma, un psicópata -enfermo pero inteligente-, tal condición insana lo llevaría a tramar por venganza el crimen de la ahora inalcanzable joven. El punto más flojo de la hipótesis estriba en el sistema empleado para lograr su infame objetivo. Spurzheim Craig asesinaría sádicamente a cuatro rameras sólo para fabricar el mito de que un victimario serial asolaba Whitechapel. Eludiendo los cercos policiales se valdría de sus contactos y de su habilidad como reportero de noticias, pues sería asignado a cubrir los crueles sucesos del otoño de terror (ya vimos que se lo supone asistiendo a la encuesta judicial por la muerte de Annie Chapman).
Pero eso no es todo: el periodista devenido en criminal también devendría redactor de las cartas que inundaron a Scotland Yard. Su golpe maestro radicó en escribir la misiva "Querido jefe", y destinarla al Jefe de Prensa de la Agencia Central de Noticias de Londres. Los americanismos que se detectan en aquella epístola lo delatarían, dado que cuando joven vivió un par de años en los Estados Unidos, y se le habría pegado el gracejo local .
Como curtido periodista que era, el victimario sabía que lo mejor era dirigirse a esa agencia noticiosa, porque ella diseminaría la información a todos los periódicos de Ingaterra, y aún del exterior. Demostrando conocer bien el talante sensacionalista de sus colegas, el reportero asesino acertó. Pronto el Star se autoenviaría cartas del "Destripador", el Daily Telegraph haría lo mismo, también el Times, y así sucesivamente, hasta forjarse la gigantesca eclosión mediática que haría creer al mundo en la irrupción de un anónimo aniquilador de mujeres que se autodenominaba "Jack el Destripador". Empero, el gestor de tan arriesgada conjetura no brinda muestras caligráficas de su sospechoso, aptas para evidenciar que en verdad aquél fue el emisor de las tenebrosas epístolas.
Desde su nuevo domiclio, sito en el 306 de Mile End Road (Whitechapel), el desairado y perverso reportero aguardaría el momento propicio para cobrarse la presa humana que configuraba su verdadero objetivo: Mary Jane Kelly; es decir: su traicionera ex cónyuge Elizabeth Weston Davies.
El responsable de la novedosa hipótesis habría solicitado al Ministerio de Justicia inglés la exhumación del cadáver yacente en la tumba dedicada a la quinta víctima del Ripper, en cuyo cementerio le efectuasen un reportaje divulgativo que circula por la web. Análisis de ADN mediante, procuraría acreditar que esos despojos le son genéticamente compatibles y, por tanto, que pertenecen a su tía abuela Elizabeth, y no a la Mary Jane Kelly que registra la historia oficial.
Reconoce que de devenir negativa esa identificación su hipótesis se derrumbaría. Y aunque si los resultados científicos fueran positivos ello no probaría que Spurzheim Craig fue el asesino de esa occisa, y también Jack el Destripador, al menos se tornaría más verosímil su planteamiento. Pero, convenientemente, tales pruebas -si es que llegan a concretarse- han quedado postergadas y, entre tanto, ya ha salido a la venta en versión papel y digital la pintoresca teoría del doctor Wynne Weston Davies, que líneas arriba describimos.
¿UN ASESINO ENAMORADO? LOS ECOS DE UNA ANTIGUA TEORIA
Debemos admitir que la novel hipótesis deviene literariamente atractiva, e incluso exhibe un matiz romántico. "Se trata de una historia donde el amor se convirtió en odio", afirma Weston Davies al plantear los móviles que, de acuerdo a su parecer, habrían impelido a Spurzheim Craig a tornarse en un victimario en serie. Precisamente, el tema de las motivaciones para consumar los homicidios, de los móviles que habrían animado al matador para abismarlo en la barbarie, hace que intuyamos un llamativo antecedente en esta reciente formulación. De hecho, hasta deja la impresión de tratarse de la misma trama, pero con ligeras variantes.
Y es que ya en la década de los noventa del pasado siglo se alegó que un hombre enamorado, cuya pasión no correspondida se agriase trasmutándose en decepción y rencor, terminó destruyendo al objeto de su devoción: Mary Jane Kelly. También en aquella antigua proposición otras mujeres hallaban su horrenda muerte como tapadera o cortina de humo de un astuto perpetrador que hizo creer en la existencia de un sicopático asesino en serie, y valiéndose de tal ardid logró que la policía no desconfiase de él.
La discrepancia cardinal entre una y otra especulación finca en que en la conjetura del doctor jubilado se postula a un marido que deliberadamente resuelve matar a su descarriada ex esposa, y que con ese propósito programa un plan que incluye cuatro asesinatos de prostitutas a modo de distracción. En tanto, en la primigenia hipótesis del "asesino despechado", éste era un amante de la chica que para sacarla de la prostitución, y que ella aceptase quedarse en exclusiva con él, liquidaba a sus compañeras de oficio. Este homicida enamorado, a diferencia del criminal que Weston Davies sugiere, en verdad no pensaba dar muerte a Kelly, pero acaba masacrándola en un acceso de ira.
¿Cuál fue el antecedente de la teoría que acusa a Spurzheim Craig? Ese sospechosamente similar precedente lo constituyó la versión de que el último concubino de Marie Jeannette resultó ser su ejecutor, y también fue Jack el Destripador. Recordemos aquella historia:
Joseph Barnett tenía treinta años y estaba cesado de su trabajo habitual cuando fue brutalmente asesinada su ex pareja Mary Jane Kelly el viernes 9 de noviembre de 1888. Su actividad usual consistía en trabajar de changador en el mercado de pescado de Billingsgate, aunque ocasionalmente fungía de peón en la construcción. Fue el último concubino de la joven y sensual irlandesa de ojos azules, y hasta escasos días previos a la tragedia compartió con ella la minúscula habitación número 13 del edificio de Miller´s Court situado en el número 26 de la calle Dorset.
El 30 de octubre se había separado de la muchacha luego de protagonizar una violenta pelea, en cuyo transcurso los airados amantes se agredieron lanzándose con cuanto objeto contundente tuvieron a mano y, de resultas de tal estropicio, se rompió el vidrio de la ventana contigua a la puerta que daba ingreso al modesto alojamiento. Testimonió posteriormente que una vez acontecida dicha reyerta, a pesar de la separación, ambos volvieron a verse fuera de la vivienda algunas veces más, aunque sólo en plan de amigos. Tanto él como su novia adoptaron, entonces, la costumbre de introducir el brazo a través de esa hendidura a fin de abrir desde adentro el pórtico empujando el cerrojo interior, puesto que habían extraviado la única llave y no contaban con dinero para fabricarse una copia.
Esa afirmación, sin embargo, parecía incongruente y suscitó la desconfianza de los pesquisas porque si, a partir de aquel enfrentamiento, el concubino se había alejado de la mujer y no reincidió a cohabitar con ella no se justificaba que hubiese vuelto a ingresar en el cuarto. No obstante, él se defendió al ser interrogado y explicó que, pese al mencionado incidente, ambos se mantuvieron en cordiales términos, y que concurrió a visitarla a la casa de inquilinato para ofrecerle auxilio económico.
Tampoco escasearon deponentes ratificando que el joven regresó en más de una oportunidad para visitar a su querida y, asimismo, que los vieron bebiendo en una taberna en compañía de Julia Venturney, otra joven residente de Miller´s Court; información esta última que apoya los dichos de Joseph Barnett sobre que la inestable pareja se hallaba en proceso de reconciliación.
La referida Venturney, una atractiva y vivaz viuda que moraba en la pieza número 1 de aquella modesta casa de huéspedes, testimonió ante la justicia que Joseph era un hombre decente y trabajador, aunque frecuentemente estaba en paro. También les contó que el muchacho quería sinceramente a su compañera, a la cual intentaba sin suerte de apartar de la prostitución y del alcohol; y que aquél le confió que no estaba dispuesto a seguir conviviendo más con ella a menos que la misma abandonase para siempre su vida disoluta.
Al parecer, mientras el hombre gozaba de empleo ayudaba a la manutención de la fémina, y ésta no ejercía el meretricio ni se embriagaba durante esos intervalos. El problema radicaba en que éste solía estar desocupado, situación que precipitaba las fricciones entre ambos provocando que, acuciada por la necesidad, ella volviera a vender su cuerpo recorriendo las callejuelas del este de Londres en busca de clientes.
La realidad era que la irlandesa no conocía otra manera para poder afrontar el abono de su renta y mantenerse. Y aún dedicada a su profesión, las ganancias obtenidas no le bastaban para saldar sus cuentas. Tanto era así que a la fecha de su deceso, su atraso en el pago de los arriendos ascendía a una libra y nueve chelines. Ese adeudo determinó que Thomas Bowyer, el dependiente a cargo de las cobranzas, aporreara su puerta a las 8 de aquella lúgubre mañana y, tras correr la escuálida cortina que cubría el cristal roto –para averiguar si la inquilina estaba dentro y fingía no oírlo–, escudriñó a través de la hendidura captando la tremebunda visión de aquél cuerpo irreconocible y mutilado encima del camastro tinto en sangre.
El penúltimo día en la existencia de la mujer, su casi adolescente vecina Lizzie Albrook había acudido hasta su pieza a visitarla, y allí emprendieron una animada plática que fue interrumpida bruscamente por Mary, quien le aconsejó a su oyente: «Hagas lo que hagas, no termines como yo»; palabras sombrías y premonitorias si las hay.
¿Era lesbiana o, al menos, bisexual, Ginger Kelly? Y si tal fuera el caso:
¿Esa equívoca condición precipitó la decisión criminal que se atribuye a su amante masculino?
Esta idea fue introducida por diversos comentaristas. Aún en la excepcional novela gráfica "From Hell," con dibujos de Eddie Campbell y guión diseñado por Alan Moore, se plantea esa posibilidad y se la sugiere como la verdadera causa de la disputa a raíz de la cual se rajó el vidrio de la ventana.
Joseph Barnett dispuso de oportunidades más que suficientes para ser el matador de su amante, e igualmente para finiquitar a las precedentes víctimas. En la teoría que lo postula como el culpable de las muertes se sindica que, dada su relación sentimental con la occisa, representaba una figura familiar para otras compañeras de oficio de aquella; circunstancia que contribuyó a que las mujeres no estuvieran en guardia cada vez que él procedía a atacarlas. Las prostitutas tendrían por fuerza que estar alertas sabiendo que un demente criminal las acechaba. De allí que se torna curioso el hecho comprobado de que en todos los casos perecieran sin advertirse signos de lucha, lo cual deja entrever que el agresor las había tomado por sorpresa –dato extraño pero veraz– cuando no era lógico que, en tales circunstancias, se confiaran frente a un extraño por más necesitadas de dinero y de aceptar a un nuevo cliente que estuvieran.
En cuanto a las desfiguraciones que presentaban los cuerpos, se alegó que la destreza adquirida por este individuo, gracias a su labor como cortador de pescado en el mercado, le habría proporcionado los rudimentos técnicos esenciales que el macabro desmembrador victoriano acreditó dominar a la hora de diseccionar los organismos.
La mayor dificultad para aceptar que el sindicado fuera el asesino reside en los motivos. Para Bruce Paley – autor de "Jack el Destripador. La simple verdad"–, que propugnó en su libro de 1994 esta hipótesis, Joe efectivamente fue el homicida, y su motivación fincaba en una mezcla de celos, frustración, y orgullo masculino herido. Aquel concubino como criminal resultaba un sujeto carente de fortuna que, en principio, no exhibía bastante inteligencia como para hacer pensar que iría a salir bien librado. Sin embargo, evitó la segura ejecución que hubiera sido su inexorable destino si era desenmascarado y aprehendido.
Según parece, además, disfrutó de una existencia relativamente larga. Conforme indagó el aludido Bruce Paley, un homónimo suyo falleció en 1926 en la localidad británica de Stepney a la edad de sesenta y ocho años. Bien podría tratarse del amante de Marie Jeannette y haber constituido igualmente –ciñéndonos a esta propuesta– su bárbaro matador. La bestialidad que tuvo por objeto a Fair Emma Kelly devino, entonces, un crimen pasional, específico y personalísimo. No se trató de uno más de los asesinatos, o del último homicidio de una retahíla sangrienta originada por la ferocidad de un demente, sino del crimen primordial; aquél que por sí sólo explica y da solución a todos los restantes desmanes atribuidos al filoso cuchillo de Jack el Destripador: la auténtica clave del enigma.
Enfermo de pasión por la cautivante pelirroja Barnett habría tratado de persuadirla para que abandonase su vida promiscua y se comprometiese en exclusiva con él. A tal fin, la emprendió contra las compañeras de oficio de su novia, finiquitándolas de una forma singularmente cruenta y sádica. Si Mary creía que podía transformarse en la próxima víctima de un implacable psicópata, era factible que se convenciera de que lo mejor para ella consistía en renunciar definitivamente a las calles, y pasar a vivir segura bajo la cálida protección brindada por su devoto amante.
El retorcido plan daba la impresión de ir transitando por exitoso camino. La joven transcurría sus días sumida en el temor tras enterarse de los vesánicos homicidios que se iban acumulando a su alrededor. Diversos testimonios dieron cuenta de la zozobra que la embargaba por aquel entonces. Por ejemplo, después del doble crimen del 30 de setiembre, dejaría de concurrir al pub Britannia donde antes asistía regularmenente. Pero al sorprender el joven a su amante compartiendo el lecho con otra prostituta llamada María Harvey –según una versión las encontró en medio de una relación lésbica–, se retiró de la vivienda humillado y derrotado en su afán reformador.
En la tenebrosa madrugada del 9 de noviembre de 1888, el jornalero habría arribado a la habitación número 13 de Miller´s Court para ensayar un postrero intento conciliador –penetró valiéndose de la llave, que nunca se había extraviado como falsamente adujo– y trató de hacer, de una vez por todas, las paces con su antigua concubina. Sobrevendría el tajante rechazo de la mujer, otra violenta disputa, y la cólera del hombre se dispararía como jamás antes ocurriera. Eso justificaría la extensión y el salvajismo de las mutilaciones.
En cuanto a lo que figura en los registros policiales consta que, luego de enterarse del asesinato de su amante, aquel individuo se presentó de manera voluntaria ante las fuerzas del orden. De acuerdo se dijo, estaba muy nervioso al principio, pero los investigadores creyeron su coartada de que la noche del homicidio la había transcurrido durmiendo sólo en su habitación de Billingsgate. No hay indicios para barruntar que este obrero hubiese sido reputado sospechoso por Scotland Yard. Y pronto su inicial nerviosismo se trocó en entusiasta cooperación, pasando a suministrarles a los detectives numerosos detalles de su relación amorosa con la extinta.
¿Fue Joe Barnett el asesino de su amada y, además, Jack el Destripador?
Casi seguramente no, atento a la carencia de evidencias para incriminarlo. La hipótesis que lo pinta como un hombre que se sumergió en los crímenes más barbáricos cegado por el amor frustrado, aunque literariamente devenga seductora, termina resultando demasiado artificiosa y forzada.
Poco se sabe a ciencia cierta del gris cortador de pescado y peón de albañil ocasional. Tal vez continuó residiendo en Whitechapel. Es posible, también, que haya contraído enlace o que se buscara una nueva concubina, tratando de olvidar la tormentosa tragedia caída cual funesto rayo tan cerca suyo. Quizás, conforme se especulara, se mudó del distrito y, sin llamar la atención, concluyó oscuramente su existencia casi cuarenta años más tarde.
Excelente muestra del estudio del Dr. Pombo, ahondando en las nuevas teorias que despierta este legendario caso. Es un placer para los lectores de habla hispana poder acceder a este tipo de novedades en idioma español Felicitaciones por la calidad del texto y por hacernos llegar sus nuevos estudios.
ResponderEliminarGracias Hemisferio por tus palabras. La hipótesis que aquí comento puede tener sus virtudes, pero peca de falta de pruebas y de aspectos muy contradictorios. De todos modos, dejo abierta una puerta a la duda y si Weston Davies demuestra -exhumación mediante- el parenteco alegado, entonces cabría analizar sus argumentos con más respeto y detenimiento. Saludos.
ResponderEliminarhttp://www.quo.es/ser-humano/jack-el-destripador
ResponderEliminarEn mi modesta y humilde opinión, esta historia tiene muchos grados de veracidad. En el caso de la muerte de Mary Jane Kelly el máximo sospechoso es Barnett, dado que la puerta de la habitacion estaba cerrada con llave y encontraron una pipa que pertenecía al propio Barnett.
ResponderEliminar