Tal resulta el título del ameno e interesante trabajo de Servando Rocha publicado por su Editorial La Felguera, quien generosamente permite que:
"El contenido de esta obra puede ser distribuido, copiado y comunicado libremente, siempre y cuando su uso no sea comercial..." .
Por lo cual precisamente, en ejercicio de esa licencia, se replican aquí algunos fragmentos:
"... A comienzos de 1889, mientras en Londres se desataba la cacería del misterioso Jack el Destripador, en nuestro país se vivió una increible oleada de pánico que hizo creer que este, tras huir del cerco policial de Scotland Yard, se escondía en Barcelona, La Coruña, Orense, Ferrol, Murcia, Almería, Huelva, Valencia, Málaga, Alcoy o Madrid.
Nacía así nuestra particular ripperología.
Diariamente se publicaban noticias de sucesos de Whitechapel, pero en estas el asesino respondía al nombre de Jaime, Juan, e incluso un catanalizado e hilarante Jaume. En otra ocasión también se habló de Jaime "El Gaitero". Los periodistas españoles aseguraban que tenía una "estructura regular" así como "treinta y cinco años", su piel era de "color aceitunado" y lucía un "bigote negro retorcido por los extremos".
En Madrid fue donde la paranoia adquirió dimensiones colosales.
Una fobia hacia los bajos fondos dominó durante un tiempo la ciudad. Whitechapel parecía ser el barrio de las Injurias, uno de los tradicionales focos de la golfería y las clases pobres de la capital, el siempre proletarizado Carabanchel o los trogloditas de la montaña de Príncipe Pío, que vivían en cuevas practicadas en la misma pendiente y daban cobijo a mendigos, fugitivos y hampa de la peor calaña. Se aseguró que esos lugares eran guarida del ubicuo asesino.
Más tarde un hombre, acusado de ser el Destripador, fue perseguido por una gran muchedumbre que pedía su cabeza, al tiempo que en otras ciudades se describía al criminal como un imitador del legendario Sacamantecas, un espectro o un fantasma, un hábil matarife, y hasta un "sospechoso" inglés fue detenido y, posteriormente, puesto en libertad. Durante semanas, con los madrileños encerrados en sus casas, los niños no fueron al colegio y se vivió un estado de alarma permanente.
La difusión, sensacionalismo y repercución del crimen de la calle Fuencarral de Madrid -el primero en ser seguido a diario por la prensa- sucedido poco antes, unido a una oleada de atroces crímenes (descuartizamientos, secuestros de niños o desapariciones) y la aparición de la prensa de sucesos y la literatura especializada en casquería y sangre, crearon un clima propicio para creer que el Destripador, sobre el que se escribieron docenas de artículos, poemas y obras de teatro, nos acechaba.
"Las cocineras de Huelva, como las de Almería, Coruña y Orense -publicó un periódico- creen ya en la aparición del destripador de mujeres en aquella capital, pero con la particularidad de que han descubierto los fines que el feroz asesino se propone, y que no son otros que los de comerse los riñones de las infelices a quien destroza...".
Me encanta leerte, ojala pudiera contactarte. Un abrazo.
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