
Adinerado comerciante de la ciudad de Liverpool que fuera acusado, más de cien años después de su fallecimiento, de haber sido Jack the Ripper
En el correr del año 1992, transcurridos ya más de cien años de cometidos los crímenes de Whitechapel, y cuando lentamente se iban extinguiendo los ecos producidos por un aluvión de publicaciones de libros y notas periodísticas que el centenario de aquel misterio concitara, otra noticia a su respecto vino a revolucionar el ambiente. Se dio a difusión un diario personal adjudicado a la pluma del mítico asesino secuencial de postrimerías del Siglo XIX: Jack el Destripador. Este diario lucía escrito sobre las páginas de un álbum destinado a fotografías y postales al cual le faltaban sus primeras páginas.
Su posible redactor lo configuraba un próspero empresario algodonero que en su época residiera en la ciudad inglesa de Liverppol, y que había fallecido bajo circunstancias confusas en el mes de mayo de 1889. Tan extrañas fueron consideradas las circunstancias que rodearon su deceso que Florie, su joven y bella esposa norteamericana, pasó varios años en la cárcel purgando condena bajo la imputación de haber sido la causante del eventual homicidio de este hombre, al administrarle una forzada ingesta fatal de arsénico.
La credibilidad que merecía ese diario íntimo fue puesta en entredicho ya desde el comienzo de ser desvelado su texto. Más aún, algunos escritores no vacilaron en ridiculizar esa pretensión de autenticidad. Otros autores se mostraron más benévolos con la historia contenida en el manuscrito, y dejaron abierto un margen de posibilidades a su veracidad. Aunque ya de por sí devenía sumamente polémico el descubrimiento de un instrumento albergando una confesión del responsable de tan extraños y atroces crímenes que cargaban con más de cien años sin resolverse, la retractación que en 1995 hiciera Michael Barrett admitiendo, a su turno, haber inventado la historia, pareció ponerle punto final a la discusión.
Y es que este último había sido el ciudadano británico desocupado a cuyas instancias se sacó a la luz pública el manuscrito mediante el cual aquel rico y malogrado comerciante le confesaría a la posteridad su terrible secreto. No obstante, transcurrido un poco más de tiempo, Michael Barrett se retractó de su anterior retractación aduciendo haberla formulado bajo la presión insoportable de los medios de prensa y, en suma, pretendió que con esa fingida confesión sólo buscó que lo dejaran en paz.
En definitiva. ¿Se trató de una burda falsificación? o, por el contrario, ¿nos encontramos frente a un documento atendible y -por tanto.- sensacional?
El llamado "Diario de Jack el Destripador" fue publicado en 1993 por la editorial Smith Gryphon Ltda, con un extenso comentario a cargo de la escritora Shirley Harrison, contratada al efecto.
Según narra el diario, la esposa del redactor -la hermosa y casquivana Florence Maybrick- fue la causa de los celos que incitaron la demencia vesánica de James Maybrick. La iniciales de ésta -"f" y "m"- se adujo que fueron trazadas con sangre por el matador serial en la pared de la habitación de Mary Jane Kelly, tras consumar el feroz asesinato de aquella atractiva cortesana.
La mayoría de los pretendidos indicios favorables a que James Maybrick fuera el victimario del East End londinense adolecen de pruebas firmes. El texto, pues, debe calificarse como de muy dudoso, y el primer impulso que nace es el de negar su veracidad, y coincidir con aquellos que opinan que todo se trató de un fraude bastante tosco.
No obstante, pese al transcurso de los años, aún al presente este personaje se mantiene - al menos a nivel popular- como uno de los sospechosos más probables de haber constituido el tristemente célebre y elusivo Jack el Destripador.
Wow¡¡¡
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