
MARY ELEANOR PEARCEY
Imagen de una chica poco agraciada y muy violenta.
El tema de la fortaleza física que necesariamente debía poseer el victimario que perpetró los desmanes de Jack the Ripper nos induce a recordar la persona de una verdadera asesina contemporanea a los atentados de Jack el Destripador: Mary Eleanor Pearcey.
Esta muy peligrosa fémina concretó sus homicidios en el año 1890, llevando a término el despiadado acuchillamiento de la esposa y de la menor hija del hombre que por entonces era su amante.
El 23 de diciembre de aquel año la joven mujer, contando a la sazón con sólo veinticuatro años, subiría al cadalso de la prisión de Newgate, expiando así la culpa impuesta por sus violentos crímenes.
Las fotografías que de ella se conservan la retratan como una joven delgada, de rostro poco agraciado -más bien hombruno- en el cual se destaca una amplia y prominente dentadura.
Se llevaría a la tumba algunos secretos. Entre éstos, el motivo que la inspiró a realizar un críptico mensaje que en periódicos de Madrid, España, su abogado hiciera publicar en cumplimiento de la última voluntad manifestada por su defendida.
El texto de dicho comunicado mentaba: "Para M.E.C.P último pensamiento de M.E.W: no te he traicionado".
Esta extraña acción de la condenada a muerte indujo a pensar que quizás la homicida confesó sus crímenes a alguien que podría ser juzgado como cómplice, y el mensaje le haría saber a aquél que ella no le había hablado de esa confesión a la policía.
Nunca se acusó formalmente durante su juicio penal a Mary Eleanor Pearcey, la criminal de la era victoriana, de haber sido la pretensa "Jill la Destripadora" o "Jill the Ripper" (o sea, Jack el Destripador en versión femenina).
Su postulación para tan oscuro cargo exclusivamente se debió a especulaciones muy ulteriores, formuladas a raíz de la hipótesis que presentó el escritor Williams Stewart en 1930 cuando publicó un libro donde propuso que el Destripador podía haber sido una partera.
Muy escasos puntos en común guardaba la personalidad de aquella malograda joven con las características personales y con el modus operandi ultimador que cabría atribuirle a la ficticia Jill the Ripper.
Entre otras razones, la asesina a la que venimos refiriendo no era una obstetra, ni mantenía vinculación alguna con la profesión médica.
Sus crímenes estuvieron puntual y claramente inspirados por los celos, y por el ciego anhelo de quedarse en exclusiva con el marido de su víctima, eliminando de paso al hijo de aquella para no dejar potenciales testigos con vida.
Dicho rasgo coloca a esta mujer dentro del elenco de homicidas denominados "spree killers", categoría diversa a la de los asesinos seriales, a la cual -sin la menor duda- pertenecía el metódico matador de meretrices que operó en el distrito de Whitechapel.
_ Texto extraído de "El monstruo de Londres. La leyenda de Jack el Destripador", Gabriel Pombo,Editorial Artemisa, Montevideo, Uruguay, año 2008, capítulo 7, "Jack. El asesino proteico," pags. 203 y 204·
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