jueves, 2 de diciembre de 2010

Jill the Ripper: Jack el Destripador como mujer

"Jill the Ripper":
La hipótesis de que
Jack el Destripador fue una mujer.



Dos fotografías del genial escritor Sir. Arthur Conan Doile.















Al ser consultado sobre su opinión de quién podría ser el asesino, el inmortal creador de Sherlock Holmes expresó creer que una mujer podía ser la causante de las muertes.

Tan sólo una mujer representaría la solución apropiada para una sumatoria de preguntas que se formularon las desconcertadas autoridades policiales de entonces, tales como: ¿Qué clase de persona habría podido deambular sola sin despertar sospechas por las sórdidas noches de Whitechapel cuando se llevaron a cabo los crímenes? ¿Qué individuo podía haber transitado por aquellas callejuelas en esos momentos con las ropas manchadas de sangre y, aun así, haber pasado inadvertido? ¿Quién poseía conocimientos médicos de considerable entidad, aptos para haber inflingido las extensas mutilaciones visualizadas en los cadáveres? ¿Qué sujeto iría a disponer de una sólida coartada para el caso de ser visto junto a las futuras difuntas?
La postulante perfecta a fin de llenar esos requerimientos, además de tratarse de una mujer, debía ejercer la profesión de partera o, cuando menos, dedicarse al más modesto oficio de comadrona.
Probablemente devenía conocida por las víctimas al haberle practicado abortos a algunas de ellas, o bien a otras compañeras de oficio con las cuales aquellas mantenían trato.
Esta circunstancia explicaría la actitud desprevenida adoptada por esas mujeres en los instantes precedentes a sufrir el ataque mortal, a pesar de que por fuerza debían estar alertadas de que un sádico matador acechaba a la caza de meretrices.
La criminal en cuestión debía, aparte, disponer de una fuerza muscular en extremo respetable, y con aptitud suficiente para someter a sus agredidas dejándolas en estado de indefensión mediante la ejecución de una enérgica maniobra previa de estrangulamiento.
Al tratarse de una partera, era dable imaginarla haciendo gala de la destreza y pericia imprescindibles para inferir las posteriores mutilaciones apreciables en los cadáveres de las desdichadas occisas.
Los disecciones exhibidas en aquellos cuerpos daban la impresión de haber sido ejecutadas por la mano de alguien que dominaba rudimentos sobre anatomía humana, extremo compatible con la sapiencia que correspondía aguardar en una obstetra.
En favor de la hipótesis de una presunta partera o comadrona asesina milita la creencia generalizada de que el responsable de los ataques forzosamente tenía que haber constituido un hombre, razón por la cual una mujer podía andar libremente por los barrios bajos londinenses sin despertar ningún resquemor.
A lo sumo cabía esperar de una mujer deambulando sola de noche por aquellos tan peligrosos arrabales que la desgracia le recayera, y terminara convertida ella en una nueva presa humana del cruel maníaco.
Pero a nadie jamás se le iría a ocurrir que en realidad la victimaria de prostitutas era ella.
Está acreditado que Jack el Destripador no violaba a sus víctimas.
Las autopsias son claras en que no se hallaron rastros de fluidos seminales, lo cual indujo a presumir que el ultimador podía ser un hombre impotente.
Pero, claro está, nadie iría a postular -pues devenía inimaginable- la solución que más obviamente explicaba la ausencia de rastros de actividad sexual inmediata sobre los cadáveres de las finadas.
Y tal respuesta al hecho de no haberse hallado muestras recientes de fluido seminal era que no podía de modo alguno haberlas, en tanto el violento perpetrador había sido -por más increíble que pareciera- no un hombre, sino una mujer.
Tal resulta, en esencia, la teoría de "Jill the Ripper".



.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comunicarse con Gabriel Pombo.