domingo, 22 de enero de 2012

Los copycats victorianos

LOS COPYCATS DE LA ERA VICTORIANA (Hubo más de un Jack el Destripador, parte final)













Tal vez el fenómeno de los homicidios de imitación (perpetrados por "copycats") no sea tan moderno tal cual parecerían indicarlo películas taquilleras como la anunciada en el afiche de arriba a la derecha. Es posible que el viejo monstruo de la era de la Reina Victoria (cuya caricatura se aprecia en la viñeta reproducida arriba a la izquierda) no fuera una unidad, sino que aquella brutal matanza deviniera obra de una sucesión de matadores que se imitaron entre sí.

En un artículo anterior recordamos la historia de Michael Kidney (el amante de Elizabeth Stride) y la hipótesis de que ese sujeto ultimó por despecho a su mujer, y que ese homicidio pasó como uno más dentro del elenco fatal de los cometidos por el depredador de Whitechapel, cuando en realidad sólo se habría tratado de un vulgar crimen pasional.

Pero la plausible imitación asesina en el caso de los crímenes de Jack el Destripador no se limita a esa posibilidad aislada.

En efecto: entre la noche del 22 y la madrugada del 23 de septiembre de 1888 (o sea, una semana antes de consumarse el doble crimen donde perdieron la vida Liz Stride y Kate Eddowes) una chica llamada Jane Beadmoore fue asesinada en la localidad de Birttley Fell, Country Durhan, Inglaterra. No la finiquitaron en el este de Londres, pero la muerte de esta joven guardaba un asombroso e inquietante parecido con asesinatos precedentes.

Su cadáver exhibía heridas en el abdomen y en la región genital y, lo que era peor aún, le habían acuchillado frenéticamente el rostro hasta desfigurarlo. Las heridas abdominales semejaban a las sufridas por dos víctimas que toda la prensa adjudicaba al victimario tildado "El asesino de Whitechapel" (pues el mote "Jack el Destripador" todavía no había cobrado estado público).

Mary Ann Nichols (31 de agosto 1888) y Annie Chapman (8 de septiembre 1888) también padecieron profundas incisiones en sus abdómenes, y medió la extracción de órganos en el caso de la última. No se había practicado mutilación facial todavía, por lo cual este nuevo crimen no tenía por fuerza que serle atribuido al mismo ejcutor.

Sin embargo, los periodistas sí lo atribuyeron, y durante dos meses, mientras no se capturó al verdadero responsable, toda Inglaterra estaba convencida de que el homicidio de Jane Beadmoore también había constituido una sanguinaria faena del Destripador.

¿El motivo de este error? Según parece, los periódicos de la época dieron amplio pábulo a la hablilla de que el ejecutor, además de acuchillar a sus presas humanas en el abdomen y extirparle órganos, les desfiguraba el rostro. Esta versión falsa circuló con suma insistencia tras acaecer el crimen de Annie Chapman, y no fue desmentida hasta mucho tiempo después.

Debido a ello fue que el verdadero homicida de Jane, su ex novio William Waddel (que la mató por despecho, pues la muchacha lo había abandonado) pensaba que el asesino de Whitechapel mutilaba a cuchilladas la faz de sus víctimas. Por esa razón, de acuerdo confesó a la policía, fue que ejecutó esas mutilaciones faciales para que los investigadores creyeran que ese crimen también pertenecía a aquel asesino, y de ese modo desviar las sospechas de su persona y poder salir impune.

De poco le valió la treta a este imitador (tempranero copycat de la era victoriana). Lo descubrieron, fue declarado culpable por el tribunal reunido al efecto, y pagó su culpa pereciendo en la horca.

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