POSIBLE PRIMERA VICTIMA DE JACK EL DESTRIPADOR



Imágenes: Arriba: Portada de la revista "Crímenes famosos" recreando el descubrimiento del cadáver.Al costado: Fotografía del Inspector Edmund Reid encargado de la investigación. Abajo a la izquierda: Fotografía mortuoria de Martha Tabram
En un día festivo para el pueblo inglés tuvo cabida un terrible asesinato en Whitechapel. Martha Tabram -también conocida como Turner-, de treinta y nueve años, fue victimada entre la noche del 6 y la madrugada del 7 de agosto de 1888.
Martha era una "prostituta de soldados", pues se dedicaba a la atención de esa clase particular de clientes. Practicaba sus recorridas atravesando con regularidad los muelles en busca de soldados de guardia en la Torre de Londres.
Aquella mañana Mrs. Francis Hewitt, portera del bloque de pisos de George Yard, oyó un potente grito de ¡Auxilio!, pero le pareció habitual y siguió durmiendo hasta la tarde. Tampoco el cochero Albert Crow, que volvía de trabajar a las 3.30, le prestó atención al bulto que vio caído próximo a la entrada cuando penetró en el edificio.
Se trataba del cuerpo desangrado de Martha Tabram tumbado en el rellano de al primera planta. Crow justificó no haberse percatado que estaba en presencia de una víctima porque no le prestó atención: "Estaba muy cansado. Estoy acostumbrado a ver gente dormida o borracha echada sobre las escaleras de entrada", explicó cuando depuso en la indagatoria. Quien sí se percató de qué se trataba fue el estibador John Reeves, también arrendatario en el mismo bloque. No tuvo más remedio que advertirlo porque cayó de bruces y se ensució sus ropas, tras resbalar con la sangre del copioso charco que al costado del cadáver de la extinta se había ido formando.
La habían apuñalado treinta y nueve veces, quizás con una bayoneta. Si tal hubiese sido el arma empleada para matarla ese dato guardaba consistencia con quién habría sido su último cliente en aquella velada. Y es que, según su compañera de oficio, Mary Ann Connolly -alias "Pearly Poli"-, ambas busconas habían abandonado la taberna Blue Anchor con dos milicianos, uno de los cuales se identificó como cabo.
Esta testigo era una mujer alta, flaca y desgarbada que moraba en el albergue de Crossingham en la calle Dorset, un tugurio plagado de ladrones, prostitutas y toda clase de malhechores. Tan asustada se la veía cuando rindió su declaración en la instrucción judicial que el juez de guardia la amonestó requiriéndole que hablase más alto. Cuando más se esforzaba por alzar la voz menos se le entendía, y el alguacil del juzgado tuvo que repetir su testimonio proporcionado entre susurros.
La investigación se encargó al inspector Edmund Reid de Scotland Yard. Reid era el oficial de policía de más baja estatura de todo el cuerpo policial, pero compensaba sobradamente ese desmedro con tenacidad y sagacidad, cualidades que todos sus colegas le reconocían. Desde el inicio el detective se convenció que la prostituta mentía para encubrir a alguien, y le exigió que fuera con él a la Torre de Londres, donde se organizó un improvisado desfile.
Delante de Pearly Poli, quien lucía un sombrero con coloridas plumas y sus mejores atavíos, avanzaron de dos en dos los soldados y oficiales que habían tenido libre del 6 al 7 de agosto. Los inspeccionó lentamente uno por uno, con fingida dignidad, y al final sentenció:
-No está aquí. No reconozco a ninguno.
La tarde entrante, idéntico procedimiento se repitió dentro de los establecimientos de los cuarteles Wellington en Birdcage Walk, donde se obligó a desfilar para el examen a los guardias de ese regimiento. Connolly parecía estar harta con aquellos fastidiosos trámites. Optó por cambiar de táctica:
-¡Éste y aquel de más allá. El más alto y delgado de todos! Estos fueron los dos tipos que salieron con nosotras-, mintió.
Que mentía torpemente fue fácil de esclarecer porque los dos militares señalados por la testigo contaban con firmes coartadas. Uno de los guardias había estado de custodia dentro del cuartel desde las 10 de aquella noche, y le sobraban testigos con los que respaldar su afirmación. El otro acusado, si bien gozó de franco en dicha emergencia, había pernoctado junto a su esposa en su hogar, el cual distaba a varios kilómetros del escenario del crimen, y también podía demostrarlo.
Aquel sañudo asesinato quedó impune, y probablemente ni siquiera se conservarían registros del mismo si no fuese porque representó el preludio de la orgía de sangre gestada por el criminal más misterioso de todos los tiempos, el cual semanas más tarde inauguraría su serie finiquitando a su primera víctima de segura autoría.
¿Fue Martha Tabram una primeriza presa humana de Jack el Destripador?
Aunque algún autor sugirió que por aquel entonces éste era novato en materia de homicidios, y que ello justificó la torpeza en la ejecución, no parecerían aceptables tales argumentos. En esta oportunidad el arma esgrimida consistió en un cortaplumas o una hoja de bayoneta, y no un cuchillo.
Además, el agresor actuó haciendo gala de un modo de operar frenético, lo cual refleja un ataque improvisado llevado a cabo durante un descontrolado acceso de ira.
Nada de esto armoniza con la fría y metódica precisión quirúrgica que caracterizó a los posteriores degollamientos con mutilación. Dr. Timothy Killeen, médico que realizó la autopsia de Martha Tabram.

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