ROBERT JAMES LEES:
UN VIDENTE EN EL CASO DE JACK THE RIPPER
Imagen de Robert James Lees en su vejez
.jpg)
Cartel publicitario del filme "Muerte por Decreto" Dr. William Withey Gull:
Robert James Lees fue un psíquico, médium y espiritista cristiano que alcanzó rápida fama en la corte de la reina Victoria. Apenas contaba con dieciseís años cuando fue presentado ante la monarca para mostrarle sus dotes como precoz visionario. Tan grata impresión le causó a la reina madre y su entorno que continuaría durante muchos años vinculado a la corte en carácter de médium o vidente, cobrando el correspondiente estipendio por sus servicios.
En la teoría de la conspiración monárquico masónica se incluye una ançecdota donde aparece este hombre cumpliendo un papel importante en la historia del homicida serial Jack the Ripper. Anécdota que fue repetida a través de distintos medios de prensa hasta llegar a la pantalla grande en películas como "Muerte por Decreto", donde veremos a Robert Lees colaborando codo a codo con el mítico Sherlock Holmes en la búsqueda del elusivo asesino de meretrices.
Según esta añeja formulación, Lees ayudó a las autoridades británicas en las investigaciones en pos de desenmascarar al Ripper. De esta manera, suministraría relatos describiendo sus visiones respecto de los crímenes, e informando sobre cuál era el posible aspecto del criminal y dónde podría éste estar escondido. En una de sus premoniciones, en particular, habría contemplado claramente el rostro del victimario.
Sucedió que una tarde viajando en uno de los autobuses tirados por caballos (que constituían el medio de transporte habitual en el Londres de 1888), y mientras el rodado avanzaba por Baywater Road, reconoció al Destripador en la persona del hombre que ocasionalmente se hallaba sentado a su frente. Se trataba de un individuo de características distinguidas que iba vestido de levita y portaba un sombrero de copa.
El vidente descendió raudo del transporte colectivo y siguió los pasos de su sospechoso hasta verlo entrar en una finca sita en Park Lane. Dicha mansión era propiedad de un afamado médico de la casa real y, aunque en la narración no se aclara, es de presumir que Lees conocía al galeno porque también éste mantenía fluido contacto con la casa real británica.
Cuando el psíquico requirió el auxilio de la policía fue rechazado en más de una oportunidad. No obstante, su insistencia produciría frutos, y más adelante lograría que un detective lo acompañase a inspeccionar la casa del facultativo. Una vez allí fueron atendidos por la esposa de aquél, quien al principio se manifestó molesta ante la intromisión, pero finalmente admitió que su esposo venía actuando de forma muy extraña últimamente y temía que estuviese perdiendo la cordura. Tras ello accedió a que revisaran las pertenencias de su marido, y el policía encontró en el maletín de cirujano un cuchillo de trinchar, objeto que obviamente no tenía sentido lógico que estuviera guardado allí.
La investigación policial proseguiría avanzando hasta desembocar en la detención del profesional quien, una vez examinado por sus pares médicos y tras determinarse que se hallaba irremisiblemente fuera de sus cabales, resultaría encerrado en un manicomio por el resto de su vida.
Al igual que sucediera con tantas otras, esta incomprobada conjetura sufriría diversos ajustes en las ulteriores obras que retomaron el tema. Depurando la versión, se aseguraría que el anónimo galeno sospechoso gracias a las visiones del espiritista no era otro más que Sir William Withey Gull, el cual efectivamente residía en las cercanías de Park Lane, más concretamente en el número 74 de Grosvenor Square. En su mansión recibiría la impertinente visita de un detective de Scotland Yard -el Inspector Frederick Abberline, conforme con algunas propuestas- asistido por el médium acusador.
La esposa del Dr. Gull se indignó por la intromisión de los extraños que requerían a su cónyuge, pero luego intervendría el propio médico, apaciguando a su esposa y encarándose con los intrusos. Sir William trató de desviar las suspicacias que recaían sobre el príncipe Albert Víctor, paciente suyo al cual trataba por su progresiva sífilis, y de cuya identidad como Jack el Destripador el doctor estaba al tanto. Aparentemente trató de atraer -en un gesto de grandeza- esas sospechas hacia sí mismo pretextando que por entonces padecía amnesia, y que en cierta ocasión se había despertado con las mangas de su camisa empapadas de sangre.
En fin: que el Dr. Gull constituía el médico oficial de la Corona inglesa por el año 1888 y que se le había encomendado cuidar del enfermo de sangre real deviene una circunstancia históricamente verificada. El resto pertenece al ámbito de la fabulación, o por lo menos de los hechos no corroborados.
En cuanto a Robert James Lees, sin duda le gustaba el circo mediático y, de hecho, de ello que era que se ganaba la vida. Nunca se animó, sin embargo, a afirmar publicamente esta versión, pero dejó que en notas de prensa otros lo hicieran por él. La leyenda de la relación del vidente mancomunado con las autoridades para capturar al Destripador perduró en el tiempo. Ejemplo de esto es una carta despachada desde el correo en noviembre de 1889 y que permanece en los archivos de la Policía Metropolitana. Stephen Knigth, primordial promotor de la teoria de la conspiración, a través de su taquillera obra Jack the Ripper: The final solution, Londres, Inglaterra, 1976, pretendió que esa misiva representaba una prueba irrefutable de que Lees integró las pesquisas policiales en pos de dar caza al criminal.
En la letra referida un presunto "Jack el Destripador" se burlaba de la policía calificándolos de incompetentes. Aparentemente comenzaba señalando:
"Querido Jefe.
Ya ves que no me has atrapado todavía con toda tu astucia, con todos tus Lees, con todos tus maderos..."
Se suponía que si ya por 1889 había cobrado estado público que Lees participó en la infructuosa búsqueda era claro que bien podía ser cierta la versión según la cual, fundado en sus visiones, guió al detective hasta la casa del cirujano sospechoso.
No obstante, en la magnífica obra Jack el Destripador. Cartas desde el Infierno, escrita por los expertos Stewart Evans y Keith Skinner (ediciones Jaguar, Madrid, España, 2003) se estudia minuciosamente dicha carta y se descubre la verdad. En realidad allí no decía "Lees", sino "Tecs", palabra ésta que evoca a un lunfardismo con el cual las clases bajas del East End londinense calificaban despectivamente a los policías.
Por ende, ninguna prueba eficaz avala que el médium participase en la investigación y persecusión del asesino de prostitutas. A despecho de la falta de evidencias, el mito de que Lees le pisó los talones al Ripper ha perdurado desde que en 1931 se publicase un artículo alusivo bajo el rótulo "El vidente que descubrió a Jack el Destripador".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por comunicarse con Gabriel Pombo.