DISERTACION DE GABRIEL POMBO
Gabriel Pombo hablando en el Congreso sobre "Mentes Criminales".
A su lado: la Coordinadora del congreso, psicóloga Adriana Savio.

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Palabras de presentación de la Psicóloga Adriana Savio:
Damos comienzo a la conferencia de apertura sobre criminalidad serial en Uruguay. La exposición se titula: "El asesino en serie como un narrador. En la mente del asesino. Fantasías, frustraciones y crímenes de sangre. Análisis genealógico histórico legal y social de diversos casos en Uruguay. El caso Goncalvez y un análisis comparativo con el asesino serial más antiguo de la historia: Jack el Destripador. Perfil psicológico de este criminal".
La exposición estará a cargo del Dr. Gabriel Pombo. Doctor en Derecho de la UDELAR. Especializado en Ciencias Forenses. Escritor y Comunicador. Especialista en las Ciencias del Delito y la Criminología; habiendo publicado los libros: "El monstruo de Londres. La leyenda de Jack el Destripador" y su complemento "Jack el Destripador. La leyenda continúa". Con nosotros el Dr. Pombo. Bienvenido, y adelante:
Gabriel Pombo:
El agradecimiento a la Dra. Adriana Savio y a la institución que ella muy bien representa. El agradecimiento muy especial a todos ustedes por su tiempo y disponibilidad al estar acá. Vamos a tratar de hacer lo más amena posible la charla que se me ha asignado, y al cabo de la misma ustedes verán si este modesto expositor lo logró o no.
El temario que se me ha adjudicado en esta mesa sobre criminalidad serial se refiere al asesino en serie como un narrador -luego trataremos de explicar qué quiere decir esto-. En segundo lugar, expondremos clasificaciones sobre los motivos por lo que se llega al asesinato en serie. Luego ingresaremos en un análisis genealógico, histórico y legal de los asesinos en serie en el Uruguay -tema sobre el cual adelanto que afortunadamente ha habido pocos casos-. Finalmente vamos a ingresar en dos casos prototípicos de asesinos seriales en nuestro país. Uno de ellos -que no está en el folleto- fue el del llamado "El Caoba". Se trató en un militar de origen brasileño que revistaba para el ejército uruguayo y que cometió, a principios del siglo XX, algunos homicidios que pueden calificarse de seriales. Luego se hablará del más típico de los asesinos en serie uruguayos; o sea, Pablo Goncalvez. Se hará una exposición breve cotejando los crímenes que se atribuyen a Goncalvez con los del victimario serial más emblemático de la historia, al cual se conoce con el alias delictivo de "Jack el Destripador".
Sin más, ingresando al contenido de esta charla y haciendo un poco de historia, diremos que la palabra "Asesinos" deriva de "Hashishin". Este vocablo tiene que ver con los adictos al consumo de hachís, esa droga milenaria. Hace referencia a una tribu inicialmente nómade que se reunió en torno a Hasan Ibn Sabbah, quien fue un jefe ismailita que unió a unas menguadas huestes allá en la lejanía del tiempo, en el año 1090, en torno al macizo Erbutz. Este jefe religioso también era un despiadado sádico de su tiempo. Se caracterizó porque sus seguidores lo secundaban con una fidelidad obsesiva, al punto tal de que estaban dispuestos a inmolarse por las creencias de Hasan Ibn Sabbah, que es más conocido en la historia como "El Viejo de la Montaña". De allí proviene, pues, la palabra "Asesinos".
El Viejo de la Montaña en una representación cristiano medievalEl asesino difiere de otro tipo de criminal por unos aspectos muy particulares.
Por ejemplo, por deleznables que sean los delitos de un violador que se ve obligado a asesinar a su víctima, o por deplorable que sea el crimen de un ladrón que sorprendido por un testigo mata para no ser denunciado, no nos hallamos, en tales casos, frente a un asesino. Estamos ante homicidas y no frente a asesinos. Pero: ¿Qué sucedió cuando John Wilkes Booth -el asesino de Lincoln- se introdujo en el palco presidencial, en el año 1865, y disparó su pistola sobre la nuca del famoso abolicionista? ¿Y que sucedía cuando el anónimo Jack el Destripador, en las neblinosas noches de Londres, salía con su maletín donde tenía los instrumentos para matar prostitutas? ¿Y que sucedía cuando la "Familia Manson" -liderada por el lunático Charles Manson, aun en prisión- ingresa en el chalet ocupado por la esposa de Roman Polansky, Sharon Tate, y ultima con saña atroz a esta señora -que estaba embarazada- y a tres invitados?
¿Son estos tres casos iguales a los de los ejemplos del violador y del ladrón?
Por supuesto que no. Hay en ellos una motivación muy distinta. La hay porque el ladrón que trataba de huir con su botín se hubiera sentido mucho más contento y satisfecho de no tener que matar a nadie. Mata porque se ve obligado al haber testigos que lo pueden denunciar. En cambio, en los tres casos que hemos mencionado -Booth, Jack el Destripador y la "Familia Manson"-, la motivación era muy diferente. ¿Qué hay aquí, se pregunta la criminología?
La respuesta -que muy trabajosamente se ha ido dando con el paso del tiempo- consiste en que ese tipo de delincuentes está movido por una compulsión interior que los supera. Esa motivación los induce a llevar a cabo estos actos y los convierte en asesinos seriales. Acá vemos una gran diferencia con otro tipo de homicidas; y esta oscura motivación nos lleva al estudio de la mente del asesino en serie. Nos conduce al punto que definimos como "El asesino en serie como un narrador".
Es decir: ¿Qué nos narra, qué nos está contando el asesino con el delito que comete?
"En la mente del asesino en serie".
Este título se vincula con clasificaciones que la criminología a lo largo del siglo XX ha ido efectuando. Tenemos una clasificación de la década del setenta del pasado siglo debida al gran criminólogo y perfilador del FBI Robert Ressler que divide a los asesinos seriales en organizados, desorganizados y mixtos. El fundamento de esta clasificación se basa en el estudio del escenario del crimen. Si el escenario muestra indicios de que el criminal actuó dentro de un coto de caza establecido, de que empleó un modus operandi lógico, de que portaba las armas consigo y no hizo un ataque improvisado -por ejemplo no usó un arma que estaba casualmente en el lugar-, si el cadáver muestra signos de que se le quitó la vida a la víctima sin ensañamiento ni extracción de órganos -de que no hubo compulsión de encarnizamiento-, en esta hipótesis estaremos frente al crimen de un asesino serial organizado, y se tratará de un desorganizado en caso contrario. Pero también hay situaciones, -que son las que más complican la aprehensión del delincuente- en las cuales se denotan rasgos propios de ambas tipologías, donde se trata de un asesino en serie mixto.
El eminente criminólogo, escritor y perfilador del FBI Robert K. Ressler
Cuando más adelante abordemos el caso de Jack el Destripador, veremos que en sus homicidios habían elementos desconcertantes que -en mi modesta opinión- hacen que deba ser clasificado como un asesino en serie mixto.
Si miramos los asesinatos desde el punto de vista de la motivación o del móvil, también aquí veremos una gran diferencia entre un asesino común u homicida con un asesino serial "puro" basado en una motivación interna y personal.
Y aquí tenemos que aplicar otra clase de tipologías.
Por la década de los años setenta y ochenta del anterior siglo hubieron dos estudios señeros en la materia debidos a los criminólogos norteamericanos De Burges y Holmes, que hoy por hoy son de los más aceptados. En ellos se hace una subdivisión de los victimarios en serie según la motivación o móvil interno que los impele a cometer sus delitos, y se los clasifica como asesinos seriales visionarios, misioneros, hedonistas y lujuriosos.
Adelantándome en el temario que me fue asignado, podremos ver que se podrá encuadrar a los crímenes atribuidos a Pablo Goncalvez como inherentes a un victimario en serie hedonista, y también advertiremos que los homicidios de Jack el Destripador englobarían dentro de los perpetrados por un asesino impulsado por una misión.
Pero para ingresar más aun al estudio de la mente del asesino en serie se debe tener en cuenta otra clasificación que la criminología actual acepta, y que fue desarrollada por el psicólogo policial e investigador Joel Norris, quien publicó en el año 1989 un libro llamado "Serial Killers", de amplia divulgación.

Portada de "Serial Killers" del Dr. Joel Norris
Su clasificación tiene que ver con el proceso cerebral que lleva a una persona a convertirse en asesino en serie. El perito se basó en su vasta experiencia, luego de haber hecho decenas de entrevistas a psicópatas detenidos en las cárceles norteamericanas, e incluso algunos de éstos próximos a ser ejecutados. Él entiende que el proceso cerebral de estos delincuentes necesariamente atraviesa por siete etapas o fases inevitables. Estas fases pueden durar segundos, horas, días o semanas. Depende de las peculiaridades de cada agresor. El asesino serial es tremendamente difícil de encuadrar, pues hay tantos de ellos como personas existen. El fenómeno de la criminalidad serial resulta muy complejo. Si no fuese así bastaría con aplicar estos instrumentos para prevenir los crímenes y lograr la captura de los agresores. No habría tantos asesinos en serie libres que se mantienen impunes durante décadas, como lamentablemente sucede en los países más populosos. Las clasificaciones y las tipologías son instrumentos útiles para el análisis de este fenómeno, pero por sí solos no bastan para suprimirlo. Y, a su vez, debe considerarse a la víctima, pues hay tantas clases de víctimas como de asesinos.
El proceso mental que lleva a una persona que, en principio, no tiene características psicopáticas ni una propensión natural hacia el delito a desembocar en el asesinato en serie incursiona necesariamente por esas fases estudiadas por el Dr. Joel Norris.
En la primera etapa, que llama de aura, la persona comenzará a ser ganada por sus fantasías, las cuales lo empiezan a gobernar poco a poco. En sus fantasías se ve cometiendo un crimen. Y ello por causas muy diversas. Puede que el sujeto hubiera experimentado traumas en su niñez y ahora éstos comienzan a aflorar. Quizás fue agredido en su infancia o adolescencia, o tuvo una situación familiar carenciada. Incluso podría sufrir alguna psicopatía que se va agravando.
En esta fase de aura sucede que el individuo va siendo dominado por fantasías que al principio son inofensivas, como si fuesen simples juegos oníricos que él puede fácilmente controlar. Poco a poco va naciendo una compulsión que amenaza con desbordarlo y lo induce a llevar a cabo esas fantasías. Pero aun puede perfectamente detenerse. pues todavía mantiene control sobre su mente y sus actos. Estamos en una instancia que no es punible para el derecho penal, el cual hace punible solamente al delito consumado. Aquí no se pasa a la acción, y todo queda en la esfera interna de la persona.
Pero, si estamos realmente frente al caso de un asesino serial en potencia, necesariamente se ingresará a la etapa posterior a la de aura que es la fase de búsqueda. En ella las fantasías van gobernando cada vez más al sujeto, y éste ahora buscará una víctima adecuada a su morbo en su psiquis que va perdiendo lentamente el dominio sobre sí misma. Y aquí, en su mente, empieza a definir qué tipo de víctima será la que irá a constituirse en su presa humana. Según sean las peculiaridades del individuo, esta víctima podrá ser una persona homosexual, o una mujer o alguien de otra raza, por ejemplo. Acá vemos en acción todos los elementos internos que gobiernan al individuo. Él cree que ha sido agredido o humillado -o efectivamente lo fue- por miembros de cierto grupo etareo, raza o religión, y en esta etapa irá encaminando contra ellos su venganza. En suma: en la fase de búsqueda el sujeto va formándose una idea de cuál será su víctima. Pero todavía seguimos en una instancia de pasividad que tiene que ver con lo fantasioso y no con hechos consumados. No se ha ingresado aun a instancias que sean tipificadas como delictivas.
Luego se pasa a una etapa que no se verifica en forma necesaria, que es la de fase de seducción.
¿Porqué esta etapa no se da necesariamente? Sencillamente no se da siempre porque hay asesinos que carecen de seducción. No poseen verborragia ni encanto natural y, por tanto, se limitan a acechar a su presa buscando el momento para atacarla de improviso y a traición. Y es que estas personas, al carecer de habilidades para el trato social, no toman contacto con su víctima y no son capaces de dialogar con ella e inducirla a caer en una trampa.
La instancia siguiente, que necesariamente se consuma, es conocida como fase de cacería o de caza.
Ahora el agresor sale de la pasividad y se pone activamente a acechar a la presa que ha elegido. Aquí en el homicida aflora su ritualidad y merodea por los alrededores dónde la víctima lleva su vida habitual y por sus lugares de trabajo, y toma nota de las actividades de ésta.
Entramos luego en la fase de captura. Este es un momento de no retorno. Aquí al asesino -literalmente hablando- "se le cae la máscara". La víctima se da cuenta de que será atacada, y aunque no sepa que pretenden asesinarla ya está sobre aviso, pues supone que la van a agredir o a violar. Por lo tanto, el ofensor ya no puede dar marcha atrás y deberá atacar, incluso para evitar ser denunciado.
Finalmente se llega a la fase de asesinato, que es la que justifica la razón de ser de todas las etapas anteriores.
El individuo que antes era un potencial agresor se convierte definitivamente en un asesino. Este es el momento fundamental.
Aquí el delincuente lleva a cabo el objetivo de sus deseos y le añade -porque estamos ante un psicópata, o eventualmente un psicótico con el ingrediente de la serialidad- todo tipo de fantasías y de rituales propios; es decir: lo que en criminología se conoce como "firma" del criminal. Aquí podrá efectuar ritualidades tales como llevarse prendas de la víctima o, en casos de mayor ensañamiento, desmembrar el cadáver y llevarse a modo de trofeos algunos órganos. Es muy variada la serie de situaciones que en esta etapa pueden darse, pues ello depende de las peculiaridades de cada ejecutor.
Luego viene la fase que más nos llama la atención a quienes miramos desde afuera este proceso cerebral, que es la llamada fase de depresión o de abulia.
Estamos acá ante un asesino que logró consumar el crimen, que se desembarazó del cadáver de su víctima, que ha huido, se esconde y está -al menos por el momento- libre de la aprehensión y captura policial. Pero: ¿qué le sucede ahora?
No le sucede que se arrepienta y, menos aun, que sienta remordimiento; pues un asesino serial no siente remordimiento y jamás se arrepiente de sus actos. Lo que le ocurre cuando entra en el estado de depresión o abulia es que comprende que el placer esperado no resultó tan intenso como en su imaginación supuso que sería. Se da cuenta ahora que tal vez el riesgo en que ha incurrido ha sido demasiado elevado y excesivo para los pobres frutos que ha conseguido. Luego que consuma el hecho muchas veces considera, al igual que le ocurre al adicto a una droga, que la sensación de placer y deleite no fue lo suficientemente intensa para justificar el peligro en que se ve sumido al cometer su crimen. Pero si estamos realmente frente a un asesino serial esta última fase tampoco va a durar demasiado tiempo. El asesino va a salir de la misma y regresará a sus ocupaciones habituales. Y -dependiendo de sus peculiaridades- al poco tiempo, o tras un lapso más prolongado, volverá a perpetrar otro crimen. Su mente va de nuevo a transitar por ese camino que hemos mencionado. Una y otra vez ingresará en ese ciclo de "torne y retorne". Lo hará una y otra vez, hasta que lo atrapen, se enferme, se incapacite o muera.
¿Porqué? Porque acá hay otro tema que es fundamental tener presente: hoy día la criminología moderna está unánimemente convencida y persuadida de que el verdadero homicida serial jamás se detiene. No se detendrá salvo que lo capturen, que muera durante algún hecho delictivo, o que se incapacite. Pero no es redimible. No va a cambiar, porque la suya es una compulsión interna. Siempre que tenga la ocasión de volver a cometer un crimen sin riesgo para sí -y a veces aún superando muchos riesgos de captura- volverá a hacerlo. Acá se advierte el gran problema que es para la sociedad el asesino serial.
Por suerte este tipo de criminales es muy raro. Incluso en las sociedades más populosas -cuantitativamente hablando- el suyo es un caso muy raro. Pero lo realmente lamentable radica en la imposibilidad de reeducar a un asesino serial.
El victimario en serie siempre que tenga la ocasión de volver a las andadas lo hará.
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Gracias por comunicarse con Gabriel Pombo.