martes, 30 de diciembre de 2014

El monstruo de Londres: Asesino serial

              
                           EL MONSTRUO DE LONDRES

                      PERFIL DE UN ASESINO SERIAL

     Portada de "El monstruo de Londres. La leyenda de Jack el Destripador" (2008)
Portada de "Jack el Destripador. La leyenda continúa" (2015)

Retrato robot del infame asesino serial

             Representación cinematográfica del monstruo de Londres


Si algo podemos decir sin temor a equivocarnos acerca del carnicero que gestó el caos en Inglaterra desde postrimerías del año 1888 es que fue un asesino serial. Ello pese a que tal definición no existía por la época de acontecer estos tan luctuosos eventos.Y es que la expresión “asesino en serie” o “serial” deviene un término relativamente nuevo.

No cabe dudar que el comportamiento de Jack el Destripador se peculiarizó por ser propio de aquella clase de criminales que mataban sin una razón aparente obrando impulsados por una compulsión malévola y en apariencia irrefrenable. La condición de criminal secuencial se la otorga al monstruo de Londres la circunstancia de que contó en su lista mortuoria con más de tres víctimas de su segura autoría. Y ello, en tanto los especialistas han sostenido que solamente en los casos de las víctimas Mary Ann Nichols, Annie Chapman y Catherine Eddowes resulta seguro de que fueron ultimadas por la misma mano homicida, dada la concordancia en el corte inferido en sus cuellos, mediante el cual se les quitase la vida, y la posterior evisceración practicada sobre sus cadáveres. 

Tres víctimas como mínimo representa el número que –atento a la opinión de los criminalistas contemporáneos– son causadas por un delincuente de esta calaña. En torno a este rasgo en la conducta de los asesinos seriales se ha expresado: “…el homicida serial habrá de llevar a cabo un mínimo de tres acciones diferentes, con intervalos fríos (cool – off). En cada una de ellas puede producir más de un homicidio. Habitualmente, cada criminal de este tipo tiene una especie de comportamiento y un ritual que le son característicos, y que mantiene inalterados durante la secuencia de homicidios; del análisis de aquellos puede elaborarse un perfil psicológico del homicida… A partir de estos perfiles se ha efectuado una clasificación de los homicidios dividiéndolos en dos categorías principales: organizados y desorganizados. Estas tienen correspondencia con patologías síquicas y fueron determinadas por estudios efectuados a aquellos asesinos seriales que han sido aprehendidos…”[1].

También configura una peculiaridad inherente a la conducta asumida por esta clase de criminales el hecho de seguir fielmente un patrón específico en su modo de ultimar. Es verdad que pueden operarse algunas variantes en la concreta manera de matar a una u otra víctima, pero en lo básico es dable advertir un común denominador delator de que el crimen fue llevado a cabo por la mano de un idéntico agresor.

La incapacidad para detenerse una vez emprendida su saga asesina conforma otra particularidad que los teóricos resaltan en la actitud de un homicida serial. Ninguna reflexión de orden moral frena al perpetrador una vez que se ha lanzado a la realización su raid vesánico. Ni siquiera consideraciones de sentido común o la necesidad de obrar con cautela para evitar su inminente aprehensión hacen que el delincuente se abstenga de asesinar. Solo dejará de matar si lo capturan, se enferma o muere, o si un hecho particular ajeno a su voluntad –como, por ejemplo, ser detenido por la comisión de otro delito– le priva de llevar a término sus violencias.

Su compulsión no es debida a factores aleatorios pues no depende tanto de la sociedad en que vive sino que estaría básicamente determinada por su carga genética. Al menos esta última constituye la opinión predominante manejada por los modernos expertos en el tema de la criminalidad seriada. Según desarrollos formulados en torno a este tópico por la psiquiatra especializada en la psicología de los asesinos secuenciales Dra. Helen Morrison: 
“…Los asesinos en serie nunca se suicidan antes de ser apresados, y rara vez lo hacen en la cárcel… Tengo la firme convicción de que hay algo en los genes que conduce a una persona a convertirse en un asesino en serie. O lo que es lo mismo, el asesino en serie está predeterminado antes de nacer. Es un asesino en serie durante los nueve meses en los que se desarrolla en el útero, antes de que puedan haber influido las maldades de padres, profesores y cuidadores. Es un asesino en serie en estado de feto y, aún antes, lo es desde que el espermatozoide fecunda el óvulo y determina la composición genética de un nuevo ser. Los genes darán lugar a un cerebro trastornado, a un cerebro “enfermo” con predisposición a generar un asesino en serie…”[2].

¿Fue Jack el Destripador el primer asesino en serie que registró la historia?
Ciertamente que no lo fue. Pero resulta por lejos el más conocido en tiempos recientes. Representa el prototipo de esta clase de criminales y debe ser catalogado como el modelo y paradigma del homicida serial por antonomasia. Poco importa que en el pasado siglo XX y también, sin dudas, durante el correr del actual siglo XXI hayan sido capturados o se mantengan impunes otros que cuenten en su tétrico haber con muchas más muertes que las cinco –o algunas más– ocasionadas por el mítico Jack the Ripper.

Este criminal –al igual que sucede con las marcas comerciales registradas– debido a la constante repetición de su nombre ha conseguido hacerse de un lugar preeminente en el inconsciente colectivo y ya no podrá ser desalojado de allí. El desventrador del East End londinense fue un asesino en serie, sobre todo, porque utilizó un patrón delictivo estable a la hora de concretar sus desmanes y operó dentro de un terreno o coto de caza muy concreto y en extremo restringido. La zona de acción elegida para verificar las matanzas se centró esencialmente en el distrito de Withechapel y, a lo máximo, comprendió a otros arrabales aledaños a éste como los barrios de Spitalfield y Aldgate. Vale significar: este hombre perpetró sus ataques dentro del espacio de un estrecho perímetro equivalente a poco más de una milla cuadrada.

Como nunca fue aprehendido no se sabe qué edad ni que aspecto físico tenía al tiempo de realizar sus atentados más allá de las declaraciones y descripciones formuladas por los testigos directos o indirectos de algunas de las muertes. Si nuestro asesino hubiera encuadrado dentro de las características psicofísicas más frecuentes que en épocas modernas se detectaron como inherentes a los homicidas secuenciales muy probablemente habría sido un hombre joven, con menos de cuarenta años al momento de incurrir en su primer crimen. Cabe presumir que se trataba de un heterosexual porqué éstos escogen como víctimas a mujeres, mientras que los homosexuales masculinos por lo común finiquitan a individuos pertenecientes a su mismo sexo. Atendiendo al dato objetivo de que todas las mujeres asesinadas eran caucásicas y europeas Jack posiblemente habría sido un hombre de piel blanca y de origen europeo pues a menudo los victimarios en serie optan por cazar presas dentro su propia raza y grupo étnico.

Otra faceta exhibida por estos criminales finca en su prominente coeficiente intelectual el cual se halla por encima de la media no ya de otros delincuentes comunes sino del resto de la ciudadanía en general. En el concreto caso del Destripador, la presencia de una refinada –aunque perversa– inteligencia se evidenció sobradamente desde el momento en que jamás fue posible atraparlo a despecho de la intensa cacería desplegada durante años por cuenta de la mayor fuerza policial existente en su tiempo.

A los homicidas seriales igualmente se los clasifica como organizados y desorganizados atendiendo al modo de ejecución de sus asesinatos, la disposición de los cuerpos, y otras señales que dejan en el escenario de los crímenes. El victimario organizado deviene, precisamente, aquel que denota un mayor coeficiente de inteligencia en comparación cono el nivel inferior al de éste –aunque no necesariamente menor al del resto de la población– que es dable apreciar en el homicida secuencial desorganizado.

Pero en el monstruo de Londres se observa –sin embargo y llamativamente– algún matiz que la actual ciencia criminalística asigna a los asesinos en serie desorganizados. Por ejemplo, se sostiene que éstos suelen inferir extensas mutilaciones a los cadáveres mientras que, por el contrario, el homicida organizado no hace eso pero, en cambio, con frecuencia ejecuta actividades sádicas cuando sus víctimas aún están con vida. Jack el Destripador le debe su macabro mote al hecho fundamental de que –valga la redundancia– destripaba los cuerpos de las mujeres a quienes asesinaba. Su insana faena la ejercía una vez provocado el deceso y –en términos generales– los estudiosos han sostenido que mataba de una manera rápida y eficaz cuidándose de no ocasionar un innecesario dolor físico y no provocar terror a sus víctimas.

Por lo tanto, aquí cabe relevar dos aspectos que no encajan con el retrato psicológico inherente a un asesino organizado conforme con las pautas que hemos venido mencionando. Jack, pese a las apariencias, no habría sido un sádico –no disfrutaba haciendo sufrir a quienes agredía– sino que podría ser catalogado como un asesino “místico” el cual después de ultimar extraía órganos a los cadáveres y se los llevaba como trofeos de un ritual o para consumirlos. Este último rasgo no condice con el exacto perfil que la moderna ciencia forense diseñó para detectar cuando se está ante la presencia de un homicida secuencial organizado, pero así resultó de todos modos.

Cuanto se sabe acerca de las actividades del mutilador londinense encuadra con la mayoría de los parámetros señalados en el comportamiento de un criminal en serie organizado. Empero, su proceder –por muy extraño que nos resulte– se apartó notablemente de estos patrones en cuanto a dos puntos en concreto. En primer término, porque no maltrataba a sus presas más allá de lo imprescindible a fin de quitarles la vida. En segundo lugar porque, pese al rasgo anterior, se encarnizaba con los cadáveres, o bien –cuando menos– la sórdida mutilación que sobre los cuerpos infería parece revestir un valor clave para la psiquis de este individuo. Da la sensación de que el homicidio en sí mismo constituyese para él apenas un medio, un molesto escollo previo que no tenía más remedio que sortear a fin de poder alcanzar el verdadero objetivo que lo obsesionaba.

Y aunque la característica de haber sido un prototípico asesino serial es definitoria y crucial para comprender la figura del Destripador, no menos importante se vuelve tomar en cuenta –aunque parezca una obviedad– que ante todo se trató de un asesino. Esto es: más que un criminal –que ciertamente lo fue– Jack constituyó un asesino. Aún a aquel criminal que perpetra actos a los cuales correctamente cabe ponderarlos como homicidios –o sea, cuando se trata de acciones causadas con conciencia y voluntad de provocar el deceso a una o a varias personas- no siempre se lo podrá catalogar estrictamente de ser un asesino. 

No a todo criminal que mata se lo puede definir como asesino dado que a veces el homicidio por sí sólo no deviene lo esencial sino que únicamente representa un medio para poder acceder a un fin diverso al crimen mismo. Tal resulta la hipótesis, por ejemplo, de cuando se ultima para asegurar el fruto exitoso de un robo silenciando a testigos. Es decir, de aquellos casos que en derecho penal se denominan como “delitos de medio” porque se llevan a cabo para garantizar la verificación de otro ilícito que es el que en realidad le interesa cometer al delincuente. Lo mismo vale para cuando se termina realizando el crimen en forma intencional, pero sin que la voluntad y el deseo de victimar hubiere conformado el motor inicial en la conducta de quien finalmente se convierte en matador.


Referencias:
[1] Daniel Silva y Raúl Torre, Investigación criminal de homicidios seriales,  pág. 57.
[2] Helen Morrison, Mi vida con los asesinos en serie, pág. 305.

1 comentario:

  1. Excelente texto sobre el perfil asesino de Jack el Destripador, análisis que se puede hace extensivo a otros casos emblemáticos sobre asesinos en serie. Desde ya, mis mas sinceras felicitaciones por sus profundos conocimientos sobre el crimen y la era victoriana y su formidable manera de expresarlos!

    ResponderEliminar

Gracias por comunicarse con Gabriel Pombo.