LOS CRÍMENES QUE PUDIERON HABER SIDO OBRA DE JACK EL DESTRIPADOR
Como es sabido, el bestial descuartizamiento de la joven meretriz Mary Jane Kelly se consideró el último crimen de la siniestra retahíla de crímenes adjudicados a Jack el Destripador.
La policía y los médicos forenses rechazaron que otras muertes acaecidas luego de ese tétrico 9 de noviembre de 1888 tuvieran el mismo sello de los asesinatos del Ripper.
Sin embargo, el asesino victoriano podría haber continuado con sus andanzas en los años siguientes.
La variación intencional en el patrón de su comportamiento delictivo contribuiría a que no fuese atrapado y, además, a que ni siquiera se le atribuyeran ciertos crímenes al mismo perpetrador del otoño de 1888. Inclusive habría cambiado de ámbito a la hora de ejecutar sus matanzas y ya no conformaría el mísero distrito de Whitechapel su exclusivo coto de caza.
El primero de estos asesinatos posteriores podría haber sido el de un niño de sólo ocho años: Percy Knight Searle.
Este crimen se produjo en la localidad de Havant en las cercanías de Portsmouth en la costa sur de Inglaterra; vale decir, enteramente lejos no ya de la localidad de Whitechapel, sino del propio East End de Londres.
La pequeña víctima esa tarde había salido entre las seis y las siete con un amigo llamado Robert Husband, quien más tarde declaró que Percy se había separado de él para bajar sólo por una calle. Al cabo de unos minutos, Robert le oyó gritar y vio a un “hombre alto” que se alejaba corriendo. Encontró a Percy en el suelo, agonizando junto a una valla, con cuatro cortes en el cuello. Murió delante de los ojos de Robert. Cerca de allí encontraron una navaja con la hoja abierta y manchada de sangre. Los vecinos estaban convencidos de que aquello era obra de Jack el Destripador.
El periódico The Times se hizo eco de que en el proceso habían declarado un tal doctor Bond, pero no se facilitó el nombre de pila. Si fue el doctor Thomas Bond, de Westminster, Scotland Yard debió de enviarlo para comprobar si se trataba de otro crimen del Destripador. Durante el proceso el Dr. Bond declaró que las lesiones del cuello de Percy eran semejantes a “cortes de bayoneta”, y que asesinaron al niño cuando éste estaba de pie. Un mozo de la estación de Havant afirmó que un hombre había subido al tren de las seis cincuenta con destino a Brighton sin comprar billete. El mozo no lo siguió pues ignoraba que acababa de cometerse un asesinato. Las sospechas se centraron en Robert Husband cuando se descubrió que la navaja “ensangrentada” pertenecía a su hermano. Otro médico informó que los cuatro cortes del cuello de Percy eran torpes y podrían ser la obra de un niño, de manera que se acusó a Robert de asesinato, a pesar de sus alegaciones de inocencia.
Otro homicidio incluido como de posible facturación por parte del Destripador sucedió en la calle Poplar del East End, localidad de Clarke´ Yard.
Según la autopsia, la occisa expiró tras ser agredida mediante estrangulación manual con una gruesa cuerda el 20 diciembre de 1888.
Se llamaba Rose Mylett, una prostituta de treinta años.
El tercer posible crimen sería el ocurrido el día 27 de diciembre de ese mismo año y tendría por víctima a otro infante, de igualmente ocho años, John Gill, a quien se encontraría muerto lejos de Whitechapel en la ciudad de Bradford, Yorkshire.
El cadáver había sufrido variadas mutilaciones y se destacaba un profundo tajo que había abierto el abdomen. Este brutal asesinato, al igual que los dos anteriores citados, jamás fue aclarado.
Se supone que el hecho de que el cuerpo del menor llevase un trozo de camisa anudado alrededor del cuello lo asemeja a los otros crímenes donde también en torno a los cuellos de las víctimas se habrían hallado diversas prendas como bufandas y pañuelos, lo cual podría significar una curiosa firma de Jack the Ripper, pues cuando degollaba a una víctima, nunca cortaba este tejido, lo que lleva a pensar que las bufandas y los pañuelos de cuello significaban algo para el asesino.
Años más tarde tendría lugar otro crimen con semejanzas a los de Jack el Destripador. Se trató del homicidio de Emily Dimmonck, una joven meretriz de veintidós años ocurrida en la localidad inglesa de Camdem Town el 12 de diciembre de 1907.
El cadáver exhibiendo su cuello degollado se encontró tendido sobre la cama de la víctima.
Quienes sostienen la posible culpabilidad del pintor impresionista Walter Sickert destacan que, luego de este homicidio, es un hecho comprobado que el artista pintó una sucesión de lienzos extraños a los cuales se denominó la “Serie de Camdem Town”.
Se citará a un artículo publicado el 29 de noviembre de 1937 por el matutino Evening Standard donde se hace alusión a la existencia de dichos cuadros y se menciona que Walter Sickert, quien habitaba en Camden Town, fue autorizado por la policía para ingresar a la casa de la víctima y bosquejó varios bocetos del cadáver.
Para la autora Patricia Cornwell ("Retrato de un Asesino. Jack el Destripador. Caso Cerrado") esta circunstancia vuelve al pintor muy sospechoso puesto que su verdadera intención podría haber sido la que nadie se sorprendiera si aparecían huellas digitales u otras trazas del retratista en la escena del crimen, pues la policía había tomado conocimiento permitiendo su “inocente” presencia previa en esa finca.
En esta línea de pensamiento apuntará: “...La aparición de Sickert en el lugar de los hechos también le proporcionaba una coartada. Si hubieran descubierto huellas digitales y algún día, por una razón u otra, las hubieran identificado como pertenecientes a Walter Sickert. ¿qué importancia hubiera tenido? Sickert había estado en la casa de Emily Dimmonck. Había entrado en el dormitorio. Sería lógico que dejase huellas o quizás unos pelos, o a saber qué más, mientras iba de un lado a otro, dibujando y charlando con la policía...”.
Contra tales especulaciones corresponde resaltar que las autoridades de la época no consideraron que los citados crímenes fueran obra del Destripador de otoño de 1888 y, menos aún, que el pintor Walter Sickert tuviera algo que ver con los homicidios.
En cuanto a la referencia al gusto del artista por usar un pañuelo rojo en torno a su cuello mientras pintaba resulta muy notorio que mal podría relacionarlo con estos asesinatos donde el matador o los distintos matadores mostraban el hábito de enroscar bufandas, pañuelos u otras telas en los cuellos de las víctimas.
Empero, si bien parecen muy endebles los cargos que se imputan a Sickert, en especial respecto a que habría causado asesinatos ulteriores a los clásicamente atribuidos a Jack el Destripador, cabe preguntarse si el verdadero asesino de Whitechapel realmente fue encerrado en un manicomio o una institución similar sin conocimiento de las autoridades –o con su tácito consentimiento como algunos estudiosos afirmaron–, o si cometió suicidio. De haber sucedido así, la muerte del criminal en época cercana al último homicidio de la lista de sus "víctimas canónicas" explicaría que aquellos homicidios cesaran tan abruptamente.
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